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viernes, 25 de marzo de 2011

Capitulo 1 Un Gran Día Parte 3

Solía sentarme en la última fila. Al lado mío mis colegas de la ruta ya tendré tiempo de describirlos quizás eran con los que más confianza tenía, compartíamos mantas todas las mañanas en la ruta, les había visto roncar, escurrirseles la baba...  Y es por ello que ya los mencionaré cuidadosamente.
Aquella gélida mañana no me permitió dormir durante el transcurso al colegio, apoyar mi mejilla en los empañados cristales a través de los cuales jugaba tres en raya conmigo mismo, suponían el riesgo de despertar sin ella. Humedecí mis manos con saliva para satisfacer mis vanos intentos de peinarme, recurso que todo el mundo ha usado en alguna ocasión. Aunque haya gente que no lo reconozca. Sin embargo después de perder la ruta en incontables ocasiones había desarrollado mis propios sistemas de adaptación como lo era este. 
Como un chico tímido con una chica en su hombro pasé el resto del trayecto con los ojos bien abiertos, inmerso en mis pensamientos intentando caer dormido.
Tras soportar otra dosis de baja temperatura al bajar de la ruta, sensación agradable en comparación  con la que se siente al salir de la ducha, llegué a mi clase a saludar a mis colegas. A echarnos unas risas antes de entrar con Julián Victoria, alias ''Julius'', Edgar Solé, Mi tocayo Gonzalo Montes, ''Montesinos'' para lo amigos y por último el que llamábamos negro por no decirle Milton, pero siempre con afecto claro.
Las horas pasaban rápido, y yo seguía expectante ante un acontecimiento que me diese prueba de que mi poder de premonición improvisado no estaba errado. Parecía ser un día como cualquier otro, diario, cotidiano, corriente, irrelevante aunque prefería permanecer alerta. Sin embargo, para desilusión mía el reloj seguía su cuenta regresiva sin siquiera un amago de piedad ante un adolescente deseoso de cambios. Sin embargo cuanto mayor es la expectativa, mayor es la decepción.
Para mi consuelo eran las 12, el ecuador del día lo cual significaba que me restaban otras 12 horas que aquel día fuera un gran día. Incluso mis amigos me preguntaron sucesivas veces:
frases del estilo de: -¿Qué coño te pasa tío? -Despierta muchacho -¿Llanes estás bien chaval? 
No obstante esa pregunta no fue la pregunta que más escuché a lo largo de aquella fecha
Sonó la campana a las 3:15, como eventualmente ocurriría, sin embargo provocó en mí un vacío únicamente reemplazable por hechos. Recogí mis cosas y sin apenas despedirme de nadie bajé las escaleras a la salida, lugar de reunión antes de partir. La gente hablaba y charlaba entre ellos, tenían temas interesantes en su opinión que tratar. No obstante yo seguía aislado con mis cascos Sony, a la vez que comprendía mi falta de interés en temas tan vanos como los tratados en la salida y más aún con el grado de emoción con los que eran expresados. De modo que caminé hacia mi ruta tras despedirme de mi novia, la última de mis preocupaciones en aquel instante. Instante en el cual la conversación conmigo mismo tornó a un tono más deprimente con un simple:
-Qué coñazo de vida-asumiendo la irrelevancia que aquel día tendría en mi vida, y probablemente sería igual que el resto o potencialmente peor ya que como previamente he mencionado, cuanto mayor es la expectativa, mayor es la decepción.


Pues así me sentía yo, deprimido y traicionado por mi yo optimista e idealista. Subí de nuevo a la ruta con mis cascos sony, los compañeros que nunca me traicionan pase lo que pase. Pasé el resto del trayecto cavilando sobre distintas formas en las que la vida pudiera sorprenderme. Aburrido, aburrido de la ruta, aburrido hasta de Radiohead, algo un tanto preocupante.
Me bajé en la parada y estuve a punto de ser atropellado por un par de taxis que casi competían por bajar primero la curva. Así son los transportes en esta ciudad. Una vez más subir los 15 escalones, charla social con el portero y 40 segundos de subida en el ascensor. 

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