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NO confundir con un diario basado en experiencias autobiográficas

martes, 31 de mayo de 2011

Capítulo 5 La lista parte 3

Jueves, de nuevo un día eterno por el mero hecho de estar entre medias del miércoles y el ansiado viernes. Y no cualquier viernes, como ya explique previamente. Un jueves sin pena ni gloria, un jueves más una vez mi reloj marca las 6:00 am, ducha fría para despejarme, desayunar, correr a la ruta. Como no, acordarme en el ascensor de algo que me he olvidado, volver a subir, bajar, llegar a la ruta, ver mi sitio ocupado por el cuerpo inmóvil de Majo y posteriormente moverla a duras penas como un muerto. Tampoco podían faltar los ronquidos in crescendo de Julián, que sólo se detenían momentáneamente tras los golpes recibidos en la sien cuando la ruta atravesaba un hueco, la insoportable música de Andrea saliendo de sus cascos que le estaba perforando los tímpanos, y para terminar la faena, la cadena de radio ''La Mega'' al máximo matándome con reggaeton desde las 7 de la mañana. Aquello más que una ruta escolar parecía una chiva.
 Lo más curioso no era el hecho de escuchar semejante música a semejante hora, que ya de por sí es extraño, sin embargo el hecho de ver niños y niñas de poco más de 7 años tarareando o incluso cantando versos de este género (los cuales no cambian en contenido sino en el orden de las palabras) era ya demasiado. Versos como: ''Mami pon la webcam'' o ''que la voy a mandar pa' intensivo'' puestos en boca de chicos y chicas, algunos de ellos ni siquiera llegados a la pubertad, imaginaos la situación.
 Por Dios yo a esa edad no escuchaba música, tenía otras preocupaciones acordes a mi tamaño.
-¿Dónde está la cámara oculta?- me preguntaba cada mañana cuando me encontraba con aquel panorama matutino, quizás el más insospechado con el que me he encontrado a las crudas 7 de la mañana.
No obstante había mantenido la cordura este tiempo gracias a mis cascos sony con los cuáles me encerraba en mi música contrarrestando el ''perreo'' con indie rock, sólo antes de las 8 de la noche. 
Sin embargo aquel día era otro jueves cualquiera, era el jueves antes de Quito y por desgracia había dejado mis cascos negros en la portería tras la charla social con el portero. Por fin aparcó la ruta y cesó mi tortura. Suena el timbre y llego directo a sentarme porque hoy íbamos con retraso.
De repente una mano me da dos golpecitos, es Montes, quien si no.
-Hemos pasado la lista a limpio- me dice sonriente mientras mete la mano en su mochila dispuesto a sacarla.
-Genial tio pero aquí no, acuérdate de lo que pasa si alguien abre esa lista- respondí recordándole los riesgos que corríamos por andar con aquella lista a todas partes.
-Te va a encantar, ya verás- añadió Milton guiñándome el ojo.
Ambos se sentaban juntos y detrás mío. Y por si fuera poco, Víctor un sitio a la derecha del negro. Lo cual tenía más desventajas que ventajas.
Tres arduas horas de física, inglés y mates antes de poder ver la versión 2.0 de la lista. Sin embargo no sería la última actualización de ésta ya que yo había dado con otras metas la tarde anterior que debían estar sin duda en esa recopilación.
-Antes de enseñármela, mira las que se me ha ocurrido añadir- le dije a Milton mientras sacaba un papelito de mi bolsillo y le extendía la mano.
-Papi no entiendo tu letra- respondió el cubano sin levantar la vista del papel con cara de chupar limones.
-¿No entiendes o no sabes leer?- le pregunté irónicamente mientras le quitaba el papel de la mano y acto seguido le leí todas y cada una de ellas.
-Por lo menos dos, las hacemos mañana, se lo diré a Julián- añadió cogiendo el papelito y besándolo.
Lo cierto era que estábamos muy entretenidos con aquella lista, y no pararíamos hasta que estuviera completa. Ése fue la frase que invadió mi cabeza y permaneció ahí hasta el viernes a las 3 y 15 exactas. Suena el timbre, empieza Quito.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Capítulo 5 La lista parte 2

Tenía ideas para la lista escritas por todas partes, en mis cuadernos, en las notas del móvil, en el ordenador. Cada vez que una nueva pasaba por mi mente la anotaba en el primer sitio con el que se encontraban mis ojos, incluso en mi mano. En total podían ser más de 80 quizás, sin embargo haría una cuidadosa selección eliminando de esta manera por lo menos la mitad de ellas. Decidí no contarle a nadie de aquello. Ese mismo día mis amigos ya conocían mis intenciones y por supuesto mi novia también. A pesar de hablarles de aquello, jamás le enseñé a nadie la lista. 
-¿Y cómo has llamado a la lista?- me preguntó Montes a quien la idea de lograr todas esas metas en un par de meses le entusiasmaba enormemente.
-El título es lo último que se escribe tío- respondí dándome cuenta que no le había puesto aún un título.
Aquella frase la había visto salir de la boca de mi madre en centenares de ocasiones. Solía repetírmela siempre que comenzaba un nuevo libro cuando era un crío ya que antes de escribir una línea siquiera, ya llegaba corriendo a mis padres a decirles que ya tenía el título de mi nuevo ''éxito''. Yo era un auténtico fan de los libros de ficción de elfos, gigantes, trolls y otros elementos fantásticos con los cuáles escribía cuentos cortos a una temprana edad. 
Pasados ya unos años, cambié ''El señor de los anillos'' por otras películas como ''Infiltrados'' o ''Taxi driver'', ambas de Martin Scorsese y otras del mismo género como ''Pulp Fiction''
Bueno pero sigo con la lista, no sólo fui yo el único cerebro de este plan, a menudo mis colegas llegaban llenos de júbilo a ponerme al corriente de una nueva ''cosa que hacer''. Y yo posteriormente daba mi aprobación o por el contrario rechazaba como una visa en el departamento de inmigración.
Tenía apenas 2 meses para poner una cruz al lado de cada una de las metas. Así que tenía que ponerme las pilas.
-¿Por qué no comenzar desde aquel miércoles?- me preguntaba para mis adentros.
Al fin y al cabo cada día que pasaba era un día perdido, y a decir verdad tenía ganas de estrenar aquella lista.
-¿Hacemos una hoy?- me preguntó Milton mientras caminábamos por los pasillos adivinando así lo que yo estaba pensando.
Me giré y asentí, di por hecho que el también quería y de inmediato me puse a pensar cual podría ser. Las primeras eran imposibles de llevar a cabo en el colegio de modo que decidí empezar por la sexta.
Podía meterme en un buen lío si las cosas se ponían feas intentando aquello.
Sin embargo pensándolo dos veces aquel iba a ser el fin de semana de ''Quito'' y podría deshacerme de la mitad de los quehaceres, de modo que decidí iniciar pasados dos días. El sobrenombre de ''Quito'' no era precisamente porque todos cogiésemos un vuelo con destino a la capital de Ecuador. Habíamos decidido llamar de esta manera al siguiente fin de semana debido a la ausencia de los padres de mi colega Montes durante esos 3 días, los cuales pasarían en Quito.
¿Y nosotros? Los 3 días metidos en aquel apartamento, haciendo cualquier cosa menos dormir, y mucho menos limpiar. Imagino las caras de espanto de sus padres el domingo a su vuelta. Pero, salvo Montes, todos habríamos desaparecido ya para cuando ellos pusieran un pie en Bogotá.
-Tenemos todo el ''finde'' de Quito tío- me dijo Julián en el comedor tras proponerle la idea que previamente me había sugerido el cubano.
-Julius tiene razón, paciencia- corroboró Victor que se sentaba frente a mí en la mesa del comedor.
A Victor no le había mencionado hasta ahora, no obstante su poca participación hasta el momento no le resta protagonismo ya que se había convertido en pocos meses en uno más del grupo. Otro hooligan de pies a cabeza.
Al parecer todos coincidíamos en comenzar ese mismo viernes, el viernes con el que acabaría con alguna metas de la lista. Con la ayuda irremplazable de Juli, Montes, Edgar, Victor y el negrito. El fin de semana de Quito sería monstruoso y seguramente alguno de nosotros llegaría acompañado por la noche o peor aún no llegaría. Sin embargo eran riesgos que estábamos dispuestos a correr.
Era tal el entusiasmo que suscitaba el solo hecho de decir ''Quito'' que cada vez que esto sucedía nos mirábamos unos a otros, se nos ponía cara de tontos y lo único que salía de nuestra boca eran frases tales como: ''Uf Quito tío'' o ''¡Dos días!''
No obstante las caras de retrasados estaban justificadas, solo por esta vez.

domingo, 22 de mayo de 2011

Capítulo 5 La Lista

20 de abril de 2011

Ha pasado unos 2 meses de exámenes tras la última partida de póquer con aquel dulce sabor de boca final para mí y amargo para Milton. Éste tuvo que salir corriendo tras su novia o más que correr  perseguirla bajo la lluvia dejando las fichas sobre la mesa. ¿Y nosotros? Viéndolo correr desde mi terraza.
Sólo pensaba en que me gastaría aquellos 180 mil pesos, aunque a decir verdad, 100 de ellos ya estaban adjudicados a una cuenta pendiente que tenía con alguien. Una historia que ya os contaré.
Tras los sucesos del sábado el cubano no volvió a jugar con nosotros en un largo tiempo, de hecho, conmigo nunca más ya que yo me iba de este país en poco más de un par de meses. 
En conclusión aquellos últimos días de abril y la totalidad de los meses de mayo y junio apuntaban a ser más intensos que el resto del año entero como consecuencia de mi futura partida en escasos 65 ó 66 días.
Era tal mi ansia de despedirme memorablemente de este lugar, mi hogar durante los pasados 2 años, que había ido escribiendo a lo largo de las tardes de aflicción y decaimiento ante la idea de partir, una lista de cosas que hacer antes de irme. Unas fáciles, otras no tanto, para otras necesitaba segundas o terceras personas, unas casi imposibles de lograr y por último unas un tanto obscenas que no nombro aquí ya que limitaría enormemente el público hacia quien dirijo este relato. Al lado de cada una de ellas puse un cuadrado en blanco, y si conseguía poner una cruz en todos los espacios junto a los objetivos de la lista podría irme habiendo cumplido mi parte y por lo tanto en paz conmigo mismo.
Sin embargo se me iban ocurriendo cada vez más metas a medida que pasaban las hojas del calendario a una velocidad espeluznante que sólo demostraba la fugacidad y lo perecedero del tiempo una vez sabes la fecha de tu partida. Hacía muy poco tiempo que había aterrizado un 12 de septiembre de 2009 en el aeropuerto de ''El Dorado''. Y ahora me encontraba casi a mediados del 2011.
Creí estar seguro de volver a España y dejar atrás todo lo vivido aquí, todas las personas que conocí, grandes amigos o más que amigos hermanos, algunas mujeres pero sobretodo una, parte de mi familia y una parte de mí. Lo enterraría todo en el recuerdo y a pesar de estar tan latentes en aquel tiempo, tarde o temprano se irían difuminando hasta que mi estancia aquí sólo fuese una mera anécdota. 
No obstante habían sido 2 años sin ver a mis amigos de toda la vida, sin salir a la calle con la absoluta certeza de que nada te va a pasar, sin almorzar cada fin de semana en casa de mis abuelos, y lo más doloroso, sin ver a mi Atleti cada domingo en el Calderón. Y como no, 2 años de levantarme a las 6 de la mañana en lugar de a las 8 y media, hora que consideraba temprana hasta aquel lejano 12 de septiembre.
No es nada nuevo que el desaparecer 2 años enteros propicie en mayor o menor grado un olvido por parte de tus amigos, lo cual era otra de mis fuentes de sufrimiento. ¿Se habrán olvidado mis amigos de mí? Era la pregunta que me hacía cada vez que hablaba con ellos y no tenían ''nada'' que contarme. En un principio parecía que yo seguía allí, hablaba constantemente con la mayoría de ellos, sin embargo nos fuimos alejando cada vez más a medida que pasaba el tiempo y yo sin saber siquiera cuando volvería. La respuesta a esa pregunta solía ser: ''Ellos habrán seguido su vida''
Es curioso y al mismo tiempo devastador el hecho de que necesites estar alejado de tu país para sentirte parte de él y orgulloso de éste. El patriotismo en mi caso fue proporcional a la distancia de mi casa de toda la vida al apartamento al otro lado del atlántico en el que soñaba con volver. Jamás se me hubiese ocurrido colgar una bandera de España en mi habitación, además es más que probable que me hubiesen tildado de ''facha''. No obstante aquí tenía una bandera de tales dimensiones que casi no cabía en la pared. Con las inconfundibles franjas rojas y amarilla, y el magnífico escudo de España.
Mi cuerpo me pedía humor español, el cual es muy nuestro y siempre diremos que es el mejor del mundo. Es cierto que el humor colombiano es a su vez gracioso, pero es tan diferente que jamás logré adaptarme del todo a éste.
Sin embargo tras estas líneas es probable que penséis que vivir en Bogotá este tiempo había sido una auténtica tortura, todo lo contrario, había sido una experiencia que describiría de tantas formas y por qué no decir que fue irrepetible. Y duele conocer la imagen que tienen en consideración muchos europeos sobre Colombia y otras regiones sudamericanas generalmente, unos prejuicios acompañados de ignorancia que intenté sanar siempre que pude. Lo volvería a repetir sin dudarlo un instante. O como dicen Fito & Fitipaldis, ''me equivocaría otra vez''

martes, 17 de mayo de 2011

Capítulo 4 Apuesta parte 6

Aquello había pasado de viernes de póquer a película de terror desde que había abierto la puerta. Clavó sus ojos oscuros en los míos desafiándome a aguantarle la mirada, evidentemente se la quité porque tenía escrito en la frente en mayúsculas: ''Novia celosa y controladora dispuesta a joder al que se ponga delante''
-¿Está Milton ahí verdad?- me preguntó con el ceño fruncido señalando con el índice el interior de mi apartamento cortando el silencio en dos. 
Ni un mísero ''hola'' por su parte, no era una buena señal. Asentí con los ojos entrecerrados tras cavilar unos segundos mi respuesta. No valía la pena mentir a aquella psicópata sabía perfectamente que estaba ahí y sólo quería confirmarlo.  
De repente se apagó la luz del pasillo del ascensor como solía pasar tras unos segundos sin detectar movimiento dejándonos a oscuras. El momento perfecto para cerrarle la puerta, seguir mi partida de póquer y decirle a Milton que se habían equivocado.
-¿Quieres una cerveza o algo?- le pregunté educadamente intentando reducir el nivel de tensión en el ambiente.
-¿Hay viejas aquí con ustedes verdad?- respondió con otra pregunta. Mal rollo* me dije. Esta vez al levantar el brazo para señalar de nuevo adentro se encendió nuevamente la luz del pasillo.
Pensé de nuevo la respuesta que le diría, iba a decir que de mujeres sólo estaba Montes lo cual sería un chiste fácil y no era el momento para bromas. Opté por negar con la cabeza. No pareció conformarle mi respuesta a sus descontrolados celos en aumento.
Pasó de largo apartándome del camino, parecía tener las palabras contadas para el sermón que le echaría al negro. 
Iba directa hacia su objetivo que permanecía en su sitio tranquilo, todavía no sabía quien había llegado, de haberlo sabido de antemano se hubiera tirado por la terraza sin pensarlo. Iba decidida sin saber siquiera donde se encontraba el salón y subió las escaleras al segundo piso.
-¡Eh!-le grité para que diese media vuelta, en cuanto lo hizo le señalé el salón con el pulgar. Pensándolo bien la gente pagaría por ver la cara que pondría Milton cuando viese quien se había pasado a saludar. Y yo iba a estar en primera fila para verlo, y el resto lo contemplarían desde el cristal de la terraza ya que Montes había corrido a contarles lo que se venía.
Un ''gracias'' por su parte hubiera sido lo mínimo pero sino había saludado siquiera, era aún más improbable un agradecimiento.
Me adelanté hacia el salón mientras ella bajaba las escaleras a toda prisa. 
Milton se asomó y al verme venir me preguntó:
-¿Quien era?- con aquel acento tan característico y despreocupado.
Una vez más pensé mi respuesta y por tercera vez consecutiva opté por permanecer callado ya que instantes después lo descubriría él solo.
El sonido de los tacones cada vez más cercanos le dio una pista al cubano. Cuando su novia puso un pie en el salón el rostro de Milton cambió de negro a blanco en un segundo, pálido y con la boca abierta por la conmoción. Acto seguido me miró y en esta ocasión leí en su frente ''Sálvame'' con cara de clemencia.
Me encogí de hombros ya que no podía hacer nada salvo disfrutar del espectáculo. En aquel momento daba gracias al cielo de que la personalidad de mi novia y aún más, su comportamiento en público fueran radicalmente opuestos al de la recién llegada.
Tras unos segundos de absoluta desorientación para mi amigo reaccionó levantándose de su asiento para saludar a su novia. Sin embargo cuando se disponía a levantarse, ella lo frenó.
-No te levantes Milton- le dijo agitando a un lado y a otro su dedo confundiéndolo aún más.
-¿Qué pasó?- preguntó el negro fingiendo no saber el porqué de su enojo. 
Mientras tanto seguía mi mediocre pareja de treses boca abajo frente al sitio que ocupaba hacía unos minutos y que si eran destapada perdería mis 180.
-¿Qué que pasó? ¿Viste la hora que es?- preguntó ella descontrolando su tono de voz que a primera instancia parecía razonable. Las mujeres cuando alcanzan ese estado de nirvana de cólera discuten mediante preguntas retóricas, no acusan directamente pero no dan la oportunidad de defenderse-Sí, amor pero no podía dejar la partida de póquer ahora- argumentó Milton mientras miraba su reloj como si no se hubiese fijado que había hacía más de 3 horas había quedado en estar en la puerta de su casa para recogerla.
-Son las 12 de la noche- respondió ella a su pregunta, parecía estar hablando sola y a Milton comenzaban a caerle las gotas de sudor por la frente de los nervios.
-Bueno, pero ¿quieres una cerveza?- insistí para darle un descanso a Milton que necesitaba un gatorade de todo lo que estaba sudando.
Pareció pensárselo dos veces, sin embargo en su mente barajaba las diferentes formas de decirme que me fuera. La primera: la mirada de asco, y tras fracasar acudió a la segunda opción:
-Milton, puedes decírle a tu amiguito que se vaya un segundo- le dijo descubriendo mi punto débil. Al fin y al cabo si mi amigo me lo pedía me iría.
No hizo falta que éste lo dijera, cogí mi lata, me dirigí a la terraza y me uní al resto que permanecía expectante en el cristal.
-Que, ¿echado de tu propia casa no?- dijo Javi a carcajadas sin retirar su vista del cristal.
Desde ahí fueron una larga serie de gestos de dolor en la cara de nuestro colega que de vez en cuando nos miraba de reojo y el caminar de su novia en círculos como en una sala de interrogatorios diciendo cosas tales como: ''ósea que el póquer es más importante para ti que yo'' o ''no me vuelvas a llamar si me vas a dejar tirada'' Dio por terminado su discurso y antes de irse cogió la baraja entera de cartas.
-Apostaste demasiado- dijo mientras daba media vuelta, tiraba la baraja y las cartas se estrellaban en la mesa mezclándose unas con otras y perdiéndose de esta manera mi par de treses.

domingo, 15 de mayo de 2011

Capítulo 4 Apuesta parte 5

Medianoche, sólo Milton y yo como únicos candidatos sentados en la mesa redonda, brazos cruzados apoyados en el paño verde y mirada penetrante en mi receptor. En ese punto tenía un 50 % de posibilidades de quedarme con 180 mil pesos y unas inmensas ganas de ver a mi novia, ya me había excedido en dos horas a la hora fijada para recogerla. Milton también había quedado con la suya a una hora incluso más temprana a la nuestra. Sin embargo yo ya le había dicho a la mía que si las cartas eran generosas conmigo, existía una alta probabilidad de que me retrasara ''algo'' más en pasar con el coche por su casa, pero le recompensaría con algo. Y la del cubano, llevaba esperando hacía ya demasiado tiempo, y su tono clásico del nokia había sonado incontables veces ante un Milton indiferente cuyo rostro de desconsideración se debía únicamente al vicio del póquer, el cual no entiende de amigos, tiempo y mucho menos de novias.
Llegados a ese punto, la lista de reproducción había reempezado suficientes veces como para tirar el Mac por el balcón. No obstante aquella música de Snoop Dogg y compañía me había brindado algo de suerte.
Una vez más dos cartas resbalaron por el paño verde casi hasta mis dedos. 
-Vamos Dios, dame algo de suerte- dije mientras me besaba el hombro como solía hacer antes de destaparlas en cada ocasión.
Dos Jotas, la de diamantes, y de nuevo la de tréboles.
Tras subir las apuestas y mostrarme confiado Milton sacó la última de las cartas al medio, lo cual hacía un total de 5. Aposté más de la mitad de las fichas que poseía en aquel instante. Habían 3 reinas en la mesa. Lo cual convertía mi mano en un Full House (un trio y una pareja) Sólo un inconsciente me igualaría la apuesta y el cubano dio prueba de ello aumentando sospechosamente ésta. Igualé y sólo quedaba descubrir las cartas.
-Enseña- le dije a Milton con el pulso acelerado, temblaba de los nervios que recorrían mi espalda mientras miraba mis dos jotas.
-Enseña tú-respondió con un gesto que revelaba a su vez los nervios con los que lidiaba en aquel instante. 
-No, tu primero- añadí mirando mis par de jotas de reojo, no podían fallarme esta vez.
-Yo no voy a empezar-aclaró Milton moviendo la cabeza de lado a lado. 
Esto más que una partida de póquer parecía un juego de niños. Destapé una de ellas, concretamente la de diamantes. Y parece hacerlo más misterioso, o para él más doloroso, le di suavemente la vuelta a la de tréboles. Me dispuse a recoger mis beneficios con ambas manos gracias a mi Full House.
-Eh ¿Qué haces?- preguntó Milton con una sonrisa malévola en la cara mientras le daba la vuelta tan sólo a una de sus cartas, una reina.
En ese instante dejé lo que estaba haciendo, póquer de reinas era la única mano que podía ganarme, y así había sido.
La diferencia en fichas era ya abrumadora. Un par de rondas más y hasta luego los 180.
Sonó por enésima vez el Nokia de mi rival, creo que Milton no sabía que éste se podía poner en silencio. Pero no era en ningún en caso el momento de enseñarle de esto. Tras repartir las cartas por última vez, no sonó el móvil del cubano sino el teléfono que comunicaba con el portero. Le hice gestos a Montes desde mi sitio para que entrara a contestar mientras el negrito y yo seguíamos jugando.
Me giré y vi la cara de perplejidad en la cara de mi tocayo mientras éste hablaba con el portero.
Vi la hora de nuevo, 00:15, reaccioné:
-All-in, es muy tarde- le dije tratando de convencerlo.
-Hecho- respondió destapando las 5 cinco cartas al medio directamente.
Mientras tanto el portero le explicaba a mi amigo quien era la persona que quería subir.
-Si, de parte de lo novia del joven Wilson- 
-Que suba, que suba- escuché a Montes desde la cocina a la vez que soltaba una carcajada y colgaba el teléfono.
Segundos después pasó por mi lado, se frenó.
-Uh la que se va a liar aquí- me susurró al oído y acto seguido se iba corriendo a la terraza a contárselo al resto.
¿Quién podría ser? Era la pregunta que me hacía mientras veía las cinco cartas descubiertas, yo tenía una funesta pareja de 3.
Milton descubrió sus cartas, trío de cincos. Cuando yo me disponía a hacer lo mismo alguien tocó la puerta. Di un trago más a mi cerveza y dejé mis cartas boca abajo sobre la mesa y me dirigí hasta la puerta.
En ese breve espacio de tiempo de espera, la persona tras la puerta estaba desesperada golpeando la puerta, incrementando la intensidad, aquello parecía la policía que iba a tirar la puerta.
Desgraciadamente no era la policía, era mucho peor. Giré el pomo de la puerta y para mi desconcierto, por no decir espanto, la novia de Milton, que casi seguía tocando la puerta una vez abierta, de la rabia que contenía en aquel instante. Estaba roja de la furia. Daba miedo. Parecía una caricatura que exhalaba humo. Era una chica guapa, mi colega no tenía mal gusto, sin embargo con la vena de la frente apunto de estallar de lo hinchada que estaba perdía muchos puntos. La próxima vez miraría por la mirilla pequeña de la puerta para evitar esta clase de contratiempos, o más que contratiempo aquello prometía ser todo un espectáculo.
Todos sabíamos lo perturbada que estaba la novia del cubano cuando se enfadaba. Y si yo estaba asustado, imagínaros Milton.

sábado, 14 de mayo de 2011

Capítulo 4 Apuesta parte 4

Dos cartas de color rojo intenso cubiertas con la insignia de la famosa marca de cartas ''Bicycle'', se deslizaron por la mesa hacia cada jugador. La primera mano, siempre tensa pero sin duda a la que te gustaría retroceder en el tiempo cuando has perdido una considerable suma de fichas. Y lo que en un principio pueden ser torres pueden derrumbarse con tan sólo un gesto que delate tu farol o un movimiento en falso. El póquer a mi juicio, más que un juego de cartas es arte dramático mezclado con un toque de suerte que suele desembocar en vicio. Pusimos la ciega (para el que desconozca las reglas del póquer o Texas Hold'em, es la apuesta obligatoria que se realiza antes incluso de ver tus cartas) No éramos expertos, pero fingíamos serlo, nos tomábamos con mucha seriedad aquellas partidas y más aún con la música gángster en mi portátil. Nos lo pasábamos muy bien ''los hooligans'' como solíamos llamarnos como grupo.
Sin embargo en la mesa no hay amigos y comenzaban las miradas de asco o los intentos en vano de mirarnos las cartas. Yo ya había entrado en un estado de trance que combinaba el pedirle a Dios que me tocara la carta que necesitaba y concentración para intentar adivinar el siguiente paso de mis oponentes. Todo aquello con una cara lo más inexpresiva posible.
Me tocó un 5 y un 3, un par de cartas con las que no ganas ni en el club de jubilados. El siguiente paso en Texas Hold'em es ''quemar'' una carta y acto seguido destapar 3 en el centro de la mesa. Y así fue, y tal como había vaticinado no servían de nada mis cartas. Y me vi forzado a tirarlas tras la primera apuesta. Milton solía empezar fuerte y así fue como le quitó casi todo a los que le igualaron.
Para entonces, ya sabía quien sería mi mayor obstáculo entre mis 180 y yo, el negro.
¿Quién no ha tenido un amigo al que lo llamen ''negro''? Seguro que sí, pero seguro que vuestro amigo no os pelaba todos los viernes al poker. 
Un par de manos desastrosas me hicieron perder varias fichas. Necesitaba ese dinero más que nadie, un gran deuda con alguien. Además jugaba de local.
Pasaron unas cuantas rondas más, incrementando las diferencias en cantidad respecto a los jugadores. El poderío evidente del cubano frente a una debilidad considerable por parte del resto.
Sin embargo el póquer como solía decir mi padre. ''No es como empieza, sino como se acaba'' Una frase que no le hizo mucha gracia oír a Julián tras perder hasta la última de sus fichas ante un imparable Milton que sacó una escalera real frente a un trío de jotas que descubrió Julián. Fuera de la mesa sin llevar media hora sentado siquiera.
-Uno menos- dijo Edgar tomando de nuevo su cerveza y mirando cuidadosamente sus cartas levantando tan sólo la punta de ellas en el mantel verde.
Parecía que el próximo sería yo o Montes. De repente en una de esas rondas levanté mis dos cartas esperando unas que fuesen capaces de sacarme de mi situación de escasez cada vez más preocupante y me hiciesen ganar mi primera mano. Dos ases negros, el de tréboles y el de picas. Subí la apuesta sin pensarlo dos veces al ver que salía el de diamantes en las tres descubiertas en el medio. Javier igualó la apuesta. La siguiente carta, un cinco, no me era útil. A pesar de ello doblé la apuesta, siempre fingiendo inseguridad para evitar que los oponentes se retiraran ante una apuesta muy alta. Sin embargo Javi no sólo la igualó sino que la aumentó al punto de hacerme dudar. Igualé y sacaron la última carta al medio, le dieron la vuelta y casi me da un infarto. Demasiado bueno para ser cierto, el único as restante que permanecía escondido en aquel montón de cartas se había unido a la reunión de ases destapados de la mesa.
-All in- dije empujando hasta la última de mis fichas al centro de la mesa con el dolor de mi alma. Era improbable pero quizás Javi tuviera una mano mejor que un póquer de ases y mis intentos de ganar los 180 serían humo desvaneciéndose.
-Es un farol- dijo Javi confiado, mientras igualaba mi apuesta y se quedaba con unas pocas frente a él.
-Así me gusta- le dije eufórico mientras le daba la vuelta a una de mis cartas destapando un as.
A Javier no pareció asustarse, al parecer su mano era mayor a un trio de ases. Sin embargo cuando estaba por descubrir sus cartas con una sonrisa en la cara, destapé mi as bajo la manga, el as de tréboles.
No hacía falta preguntarle que cartas tenía, ya que sólo un milagro le haría superar a un póquer de ases. Empujé el montón hacia mí dejando la inexpresividad a un lado durante unos instantes.
Una ronda más tarde Montes había echado a Javi de la mesa, para enfado suyo. Con una cara de pocos amigos se levantó de la mesa y sin decir una palabra y empujando la silla se marchó a la terraza a fumarse un Marlboro.
-Dos menos- repitió Edgar guiñándonos el ojo a los jugadores restantes. Quédabamos cuatro.
-Subamos la ciega si queremos que esto se acabe pronto- dijo Montes duplicando el número de fichas mínimas. A pesar de no tener muchas él siempre jugaba al póquer con dos dedos de frente.
-Eso está hecho-respondí confiado ya que el dominio estaba repartido equitativamente entre Milton y yo, y Edgar y Montes sólo era cuestión de tiempo que hicieran compañía en la terraza a los otros 2.
Milton me miró a los ojos y después de reojo a Montes, sugiriéndome delicadamente que lo echásemos de la mesa. Lo cual significaba incrementar las apuestas cuando el participaba. Era un riesgo cuya ventaja sería reducir el número de jugadores y por el contrario que el jugador que quiere ser eliminado tome control de la mesa.
Sin embargo aquella ocasión no sería una excepción y Montes veinte minutos después estaba en la terraza tomándose una cerveza.
-Tres menos- dijo Edgar pausadamente para hacer el ambiente algo más tenso dejando en el aire la incógnita de quien sería el siguiente. Por fortuna no hacía falta hacer gestos con Milton para saber que nuestro nuevo objetivo era Edgar que estaba pidiendo a gritos un cigarrillo.
Miré el reloj, las 11 y media, llevábamos 3 horas sin levantarnos. Sentí un escalofrío en la espalda, era lo más lejos que solía llegar en una partida, quedarme entre los 3 mejores. No obstante tenía una corazonada, esa, que sabes que vas a tener la oportunidad de ganar. Y así fue, pero no fui yo quien eliminó a Edgar sino la fiera. La fiesta había pasado a la terraza.
-Cuatro menos- dijo Milton con la única intención de burlarse de Edgar mientras habría la puerta de la terraza y se unía al club.
Sólo quedábamos Milton, yo y el sobre con los 180.

viernes, 13 de mayo de 2011

Capítulo 4 Apuesta parte 3

Se abrieron las puertas y tal cual lo había predicho, la vecina rodeada de dos rudos guardaespaldas con uniforme oscuro. Cada brazos de aquellos sujetos era aproximadamente 3 míos y 4 de Julián. Sin embargo no era el poderío de sus extremidades superiores en lo que se centraron mis ojos. Julián nunca supo disimular así que su vista se fijó directamente en ella y ahí se mantuvo el resto del trayecto. En mi caso yo era algo más discreto.
-¿Va bajando?-preguntó la chica en voz alta mientras sus dedos se movían a toda velocidad por el teclado de blackberry cual secretaria.
Sin duda padecía el síndrome del blackberry que tanto se había contagiado en aquel año. Sin embargo unos estaban en estado terminal, éste estado consistía en la dependencia del móvil llevada al extremo al punto de no saber como podías socializar antes de haber tenido uno de ellos. Tenía que pedirle el pin.
-Sí, digo no- respondió Julián indeciso tras unos segundos sin levantar siquiera la mirada de sus pechos. 
Subimos los dos pisos sin abrir la boca el silencio ocupó el poco espacio que quedaba en ese ascensor tornándose cada vez más incómodo ante la falta de conversación. Yo mirando la espalda de uno de ellos, Julián a la vecina y ella a su pantalla
En aquel instante vibró mi bolsillo, fui a sacar el móvil sin embargo las puertas se abrieron y ahí estaba el negrito y Montes. Milton colgó inmediatamente y acto seguido quedó atónito mirando el interior del ascensor y no precisamente por nosotros, Montes hizo una cara parecida aunque algo más exagerada.
Por poco se le cae de la mano derecha el pack de cervezas Poker que había traído. Era un hecho, mis amigos tenían un talento para disimular. 
-Hola preciosa ¿cómo te llamas?- le preguntó Milton con su inconfundible acento de La Habana mientras guardaba en su bolsillo su nokia de color rojo y negro.
Parecía que había estado esperándola a ella todo este tiempo, y nosotros éramos los vecinos del octavo. Mariana levantó la mirada de su blackberry.
-Mariana, ¿tú?- respondió con una sonrisa en la cara y cogiéndose el pelo con la mano derecha.
-Milton Núñez- respondió Milton acercándose a ella para darle un beso en la mejilla. 
-Yo soy Gonzalo- me apresuré a contestar humillado asomando mi cabeza por detrás del guardaespaldas. 
Llevaba una semana en mi edificio y no le había dirigido la palabra, sin embargo llega el cubano, se abren las puertas del ascensor y parecen amigos de toda la vida.
-Y yo Julián, pero me dicen Julius- dijo Julián seguido levantando la mano saludando.
Mariana estaba un poco confundida con tanto nombre, y me miró por detrás de su acompañante y a Julián igual.
-Bueno y yo soy Montes- dijo Montes tras haber dejado las cervezas en la mesa del pasillo frente al ascensor. Hicimos casi una fila para darle un par de besos.
-Encantado- le dije tras el beso en la mejilla. 
Después de mí, otros 3 ''Encantado'' sonaron. Sin embargo el único que había dado la talla había sido Milton.
-¿Julián verdad?- le preguntó recordando para sí los cuatro nombres que acababa de escuchar casi al mismo tiempo.
-Eso es-respondió éste devolviéndole la sonrisa.
-Bueno y ¿qué van a hacer?- preguntó ella de nuevo, al menos mostraba algo de interés en nosotros.
-Una partidita de póquer con los amigos- respondió Montes con otra sonrisa.
Aquello parecía una competición de sonrisas, todos con la cara sonriente menos los guardaespaldas con esa cara mustia e inexpresiva para cualquier situación. 
-¿Te apuntas?-preguntó Milton moviendo la cabeza hacia la puerta de mi casa intentando así animarla.
-No, no se jugar- dijo con una risita típica de niña consentida.
Al parecer mi análisis de hacía un par de días había sido una copia de su realidad psicológica.
-Eso da igual yo te enseño- respondí mientras salía del ascensor.
-No puedo, es que me voy a ver con unas amigas- dijo no tan sonriente.
-Bueno pero otro día seguro-le dijo Julián saliendo también del ascensor.
Parecíamos buitres tras la presa hablándole desde todas partes. La chica estaba algo confundido a ese punto. Nos despedimos casi hasta de los guardas.
Se cerraron las puertas y estaba claro que no íbamos a hablar de póquer.
-¿Sabrá que soy yo su vecino?- pregunté en voz alta decepcionado levantando las puntas de mis converse hacia mí en señal de derrota.
-Tío perdón por no creerte- me dijo Montes mirando al suelo, todavía tenía la sonrisa en la cara.
-¡Dios! ¡Cómo está tu vecina Gon!- gritó Milton mientras me sacudía los hombros.
-Y ahora es cuando entiendo la famosa fantasía de la vecina- dijo Julián a carcajadas.
Y así estuvimos un buen rato mientras nos tomábamos las cervezas que había traído Montes y dejamos las águilas enfriando. De repente llegó Edgar y minutos después Javi de imprevisto ya que nos había rechazado la invitación al póquer desde hacía una semana. No le había sentado muy bien perder sus 30 la semana pasada cuando en la mesa sólo quedaban el y el negro. Sin embargo se había tragado su orgullo y había llegado con sus 30 en mano, con sed de venganza.
-Sabía que ibas a venir- le dijo Edgar sólo para picarle más de lo que se encontraba.
-Cállate que hoy me quedo con tus 30 fijo, y tu Gon tráeme una cerveza- me dijo mientras ocupaba ya su sitio en la mesa redonda con la alfombrilla verde para darle un aspecto aún más profesional.
-Pues ve a pedírsela al portero porque la sexta se la di a él porque no contábamos contigo- le respondí sentándome también en la mesa.
Nos sentamos en la mesa todos, contaron una y otra vez lo buena que estaba mi vecina a Edgar y a Javi, nos acabamos las cervezas, Javi su vaso de cocacola mientras nosotros nos burlábamos de él y sólo lo enfurecíamos más.
Pusimos cada uno nuestra parte en el centro de la mesa ahí había 180 mil pesos para el ganador, una cifra que entre la que se interponían mis cinco amigos a los que tenía que ganar a base de faroles y suerte jugando al famoso Texas Hold'em. Edgar sacó el maletín ''Poker Caddy'' con las fichas. Milton cogió la baraja y dijo:
-Bueno que, ¿empezamos?-

martes, 10 de mayo de 2011

Capítulo 4 Apuesta parte 2

Era una partida seria, y más aún cuando descargué una música gángster de fondo para simular una partida clandestina. Estaba todo listo hasta que llegué a la nevera, la abrí. ¿Qué me encontré?
Una triste lechuga en un estante, un par de cajas de leche descremada y unas salsas para sandwich que si mal no recuerdo estaban en aquella nevera desde que cogimos aquel apartamento.
-¡Joder! ¿No han hecho la compra en un año o que?- dije mientras soplaba intentando expulsar por la boca la pereza que me suscitaba el hecho de caminar hasta el Carulla para comprar un par de 6 packs de cerveza y algo de comer, que alimentar a Milton y a los otros 3 no era cosa fácil.
Cogí un billete de 20 mil pesos, me puse un jersey hasta que miré por la ventana, lo cambié por sudadera gris para la lluvia  y…
-¡Joder no tengo llaves!- me quejé de nuevo mientras entrecerraba la puerta y pedía el ascensor.
Me despedí del portero rápidamente antes de darle una oportunidad de entablar una charla social, no tenía mucho tiempo hasta que llegaran y  Ríos (el portero de siempre que vendía películas falsas) estaba ansioso por contarme sus penas.
Caminé por las calles acompañado por los arroyos formados por la incesante lluvia y finalmente llegué al Carulla. Cogí el pack más barato, al fin y al cabo no iba a comprar buena cerveza para mis rivales. Sin embargo lo barato no tiene porque ser malo y ése es el caso de la cerveza Poker. Lo cuál era una ironía ya que aquella noche jugaríamos a eso.
Llegué a la fila de la caja y de repente vibró de nuevo el móvil en mi bolsillo, no hacía falta mirarlo para saber que era Julián. Sin embargo al darle la vuelta vi: ''Llamada Montes''
-¿Qué tal tio? Oye ¿cómo es tu dirección? Es que siempre se me olvida- me preguntó mientras se subía en un taxi.
-Tío, ¿cuántas veces has venido? Y siempre la misma pregunta- le respondí con el móvil en el hombro mientras ponía las cervezas encima para que me las cobraran.
-Ya tio, pero bueno dímela-insistió perdiendo la paciencia ya que su taxi no había arrancado ya que éste no le había aclarado su destino.
En ese mismo instante la cajera me cobró la caja de latas.
-8.800 pesos por favor, ¿tarjeta Carulla?- me preguntó mientras su compañero metía mis bebidas en una bolsa.
Moví la cabeza hacia ambos lados sujetando siempre mi móvil con el hombro y buscando entre mis bolsillos aquel billete para pagar. Sin embargo estaban vacíos. Me apresuré a revisar el de la sudadera y estaba más vacío todavía.
-¡Gon! Tío tu dirección- reiteró Montes desesperándose y al mismo tiempo desesperándome a mí ya que suficiente tenía con no tener un duro para pagar aquellas cervezas y tenía un fila detrás mío impaciente por efectuar su compra.
-¿Cúanto era?- le pregunté ruborizado a la cajera ya que esa pregunta era inútil a no ser que aquel día las regalasen o me las robara. No tenía ni una triste moneda de 50 pesos.
-8.800 señor-repitió la cajera que ya se anticipaba por la expresión en su gesto que yo no tenía con que pagar.
-¡Coño! ¡¿Me quieres decir tu dirección?!-gritó Montes de nuevo por el teléfono. Aquello parecía una conversación de tres, con los gritos que pegaba podía hablar incluso con la cajera.
-Deme un segundo- le dije a la cajera señalando al mismo tiempo el móvil.
-¿Qué coño quieres? Estoy comprando unas cervezas y no tengo un duro para pagarlas, imagínate el panorama- le susurré a Montes para que sintiera un mínimo de compasión y me dejase solucionar la situación incómoda que se acababa de dar.
-Oiga ¿las va a comprar o no?- preguntó un señor mayor que se encontraba en la fila.
Al parecer ya toda la fila sabía que no tenía dinero por mi forma de actuar y además de ellos sólo incrementaban mis nervios. Lo ignoré y respondió Montes:
-¿Qué dices? Habla más alto-
Terminé por desesperarme y subí el tono
-Que me he dejado el dinero en casa- respondí a la vez que colgaba el teléfono. Di media vuelta y le dije al sujeto que hacía escasos segundos se había dirigido a mí.
-Pues ¿sabes que? Que no las voy a comprar- me giré de nuevo, dejé las cervezas ahí mismo con el dolor de mi alma y me fui mientras escuchaba de fondo los clásicos reproches de los adultos sobre los jóvenes de hoy en día.
Llamé a Milton y le dije que trajese unas cervezas sin embargo éste me dijo que estaba a punto de llegar ya a mi casa. Edgar seguro que las traería me dije a mi mismo, era un tío generoso. No obstante opté por pasarme por la casa de Julián y cogerlas directamente de su nevera.
Tras diez minutos de intensa lluvia estábamos los dos cuesta arriba en camino a mi casa con un pack de águilas. Llegamos a la portería y de nuevo evité una charla con Ríos sacando una cerveza  y poniéndola en su mesa antes de que abriese la boca.
-Gracias hermano- dijo ya que era incapaz de que permaneciese callado.
Levanté el pulgar sin darme la vuelta y volvió a hablar, incapaz de contenerse.
-Ya llegaron un par de amigos suyos y los dejé pasar- añadió mientras abría la cerveza.
-¿Quiénes?-pregunté extrañado ya que no tenía llamadas perdidas.
-Un negrito y otro blanquito, así bien pálido- respondió y comenzó a beberse de la lata.
-Milton y Montes- dijo Julián mientras nos subíamos al ascensor y comenzábamos a reírnos.
De repente en mitad del trayecto se paró el ascensor en el piso 8, sólo significaba dos cosas la buena se iba a subir mi vecina, la mala, sus guardaespaldas.

sábado, 7 de mayo de 2011

Capítulo 4 Apuesta

Capítulo 4  Apuesta

6 am
Suena mi alarma de ''Dropkick Murphys'', por poco rompo el móvil contra la pared. Lo cual hubiera hecho inútil el hecho de haberlo rescatado con atropello incluido hacía menos de 12 horas.
Era sábado y había olvidado desactivar mi insoportable alarma capaz de transformar mis sueños en una pesadilla antes de levantarme. Era un magnífico sábado.
Por desgracia le había ido cogiendo asco a aquella canción y si seguía así probablemente destrozaría el blackberry en uno de mis incontrolables ataques matutinos. Un consejo, jamás establezcas tu canción favorita como melodía de alarma, acabarás odiándola y en cada ocasión que la oigas te devolverá directamente a esas mañanas en las que a las 6 en pie con un frío de cojones, es un hecho. Me dan naúseas cada vez que suena esa canción.
Sin embargo el impacto contra la pared no le pareció suficiente a mi móvil para dejarme descansar. De modo que me levanté y debido a la imprecisión del botón central del blackberry, en lugar de darle a desactivarla le di a la función 'posponer' lo cual significaba que en aproximadamente 10 minutos aquel tono volvería a sonar. Sólo de pensar en que volvería a sonar y me volvería a hacer creer que era un día entre semana me entraban nervios. A ese punto llegaba mi miedo por la alarma.
Volví a tumbarme e intenté dormirme pero me invadía la idea de que sonaría de nuevo. Cerraba los ojos pero pronto volvería a asustarme la jodida melodía aquella. 
No podía más estiré el brazo y miré el móvil, las 6:03, aún quedaban 7 minutos, 7 minutos de angustia. Volví a acomodarme, y a intentar pensar en otra cosa. ¿Qué debía hacer aquel sábado? No mucho la verdad, aparte de dormir, comer y ver a mis amigos. Era la recompensa tras esa eterna semana de exámenes. Me rugía el estómago del hambre, el día anterior había cometido el error que suelo cometer una vez a la semana cuando salimos por las noches. Todo el mundo sabe que beber sin cenar trae graves consecuencias y como yo no cenaba, recurría al clásico puesto ambulante de comida a la salida de las discotecas. A esas horas lo único en venta capaz de saciar mi apetito eran perritos calientes cuyas salchichas eran de dudosa procedencia y más aún con precios tan bajos, algo ahí era trampa, aquí hay truco fijo solía pensar.
Y efectivamente del truco te dabas cuenta a la mañana siguiente cuando ibas al baño cada 5 minutos. Disponía de una semana entera para olvidarme de las malas experiencias y estar el siguiente viernes el primero en el puesto de siempre por mi perrito de a veces 2000 y otras 1500 pesos.
Miré de nuevo el reloj, las 6:08. No podía dormirme sabiendo que en menos de un par de minutos estaría escuchando de nuevo la inconfundible alarma.
-A la mierda- dije en voz alta mientras cogía el móvil, le quitaba la tapa y posteriormente la batería. De esta forma no me preocuparía un segundo más y podría disfrutar unas horas más. 
Desayuno, gimnasio y turco para comenzar el día como Dios manda.
Tras un arduo día de tirarse en la cama e intentar levantar el mando de la televisión con los dedos del pie, dieron las 5 de la tarde. Tenía que llamar a esta gente para concretar la hora de su llegada para tener lista la mesa y al menos una cerveza para cada uno. Debía estar todo listo ya que una vez se repartía la primera mano podía caerse el mundo que no se levantaba nadie de allí hasta tener los bolsillos vacíos, como en mi caso, y ocasionalmente llenos como solía salir Milton siempre. Era noche de póquer.
Nervios en el ambiente, era tomar el riesgo de dejarse la paga en una mesa sin siquiera recibir algo a cambio, tan sólo la esperanza de triplicar tus fondos y dejar a tus amigos tiesos para el resto del fin de semana. Yo jugaba de local, cinco personas y un maletín repleto. Sin embargo el poner en juego tu dinero, por inconsciente que suene, el ''Todo o nada'' es una de las aficiones más estimulantes y por desgracia adictivas que tientan a las personas. La diferencia era que nuestro todo eran unos escasos 30 mil pesos por sentarse en la mesa.


lunes, 2 de mayo de 2011

Capítulo 3 Viernes parte 8

Pasaron un par de coches por mi lado, pero ni siquiera hicieron amago pararse para ver que ocurría con el chaval tirado a un costado de la calle. Incluso me pitaron con la bocina y me miraron de reojo.
De repente vibró mi mano, aún sostenía firmemente mi móvil en ella. Era Julián llamando, me apresuré a contestar mientras intentaba levantarme de nuevo.
-Gon acabo de ver a un chaval a ti tirado en mitad de la calle y por poco paro haber si eras tú, era clavado a ti- me dijo despreocupado creyendo que me haría gracia.
Suponía que el sujeto tirado en la calle tratando de levantarse tenía un parecido a mí, era bastante improbable toparse con un amigo acostado en mitad de una calle oscura mientras conduces.
-Soy yo tío ayúdame, te lo prometo- le dije mientras colgaba y me levantaba de nuevo. 
Sin embargo ya había perdido bastante tiempo y mi perseguidor, aún en pie, estaba a tan sólo unos pasos. Se abalanzó sobre mí cuando me levanté haciéndome estrellar de nuevo mi mejilla y manos contra el cemento empapado.
Intentó sentarse encima mío una vez en el suelo pero lanzé un codazo hacia atrás que afortunadamente le golpeó en la cara echándolo hacia atrás permitiéndome retomar mi carrera, pero cuando comencé de nuevo a correr estiró su pierna tirando de la mía de apoyo devolviéndome a mi posición inicial.
Se abalanzó una vez más sobre mí sin darme tiempo a meter el móvil en mi bolsillo, de modo que al placarme de mi mano se escapó y voló unos metros hacia atrás.
Inmediatamente me soltó y su atención se centró exclusivamente  en mi móvil a escasos palmos de nuestra posición en mitad de la carretera. Se quitó de encima mío pisándome el pecho antes de levantarse, se acercó hacia el móvil y le agarré con ambos brazos la pierna derecha, comenzó a tirar de ella con fuerza intentando zafarse.
Tras un par de intentos fallidos de liberar su pierna tiró con tanta fuerza que me quedé con su bota de lluvia en la mano, y del impulso movió su pie descalzo hacia adelante pateando el móvil por la empapada vía. 
Corrió semidescalzo hacia él, se agachó apresuradamente para finalmente conseguir su ansiado premio por aquel atraco al que yo había puesto algunas trabas.
En ese mismo instante un Ford Escape de color gris atropelló en reversa al sujeto, impulsándolo varios metros.
Un grito ahogado fue lo único que escuché como consecuencia de que yo seguía tumbado en la lluvia asumiendo que había perdido mi blackberry y que mi padre iba a colgarme.
Me di media vuelta y vi a Julián salir del coche:
-Mierda he manchado el cristal de atrás- fue lo que dijo mientras se tapaba la cara con la mano izquierda, a él también lo iban a matar.
-¡Juli! Gracias tío- le dije mientras trataba de levantarme de nuevo.
-No es nada, me dijiste que te ayudara y eso hice, rápido vámonos de aquí- me dijo mientras me estiraba una mano y me levantaba.
El hombre de larga barba aún se retorcía en el suelo pero el golpe no lo mataría.
Nos subimos al coche y Julián aceleró inmediatamente cuando de repente me dijo:
-¡Espero que la próxima contestes a tiempo!- me dijo con mucha razón ya que había sido cuestión de suerte.
-Necesito que des reversa otra vez- respondí sabiendo que se enfadaría.
-Dime que no te dejaste el móvil- dijo de nuevo poniéndose la mano en la cara.
Una cara de perdón que lo dijo todo y de nuevo reversa hasta que le grité:
-¡Frena!-
Menos mal el sujeto, que aún permanecía acostado, nos vio venir y fue capaz de salirse de la calle.
Me bajé y ahí estaba, mojado pero intacto, y sin haber sido tocado por el maleante que permanecía sobándose la cadera que podría estar incluso rota.
En un abrir y cerrar de ojos ya estábamos de nuevo en camino con móvil en mano. Todo había salido bien.
Todo excepto que había perdido, quizás para siempre, mis llaves de Llanes. Las echaría de menos y no estarían allí para protegerme una vez más.
-No estarán mis llaves pero estará Julius para rescatarme- le dije entre risas a mi amigo que iba conduciendo.
-Sí me parece muy bien pero me ayudas a limpiar el cristal- respondió también a carcajadas.
Nos reímos el resto del trayecto y me dejó en la puerta de casa. Llegué al ascensor y exclamé:
-¡Joder!-
Llamé a mi padre que estaba en su estado entre dormir y el coma como Julián. Al abrirme inmediatamente hizo la pregunta directa a la yugular:
-¿Y tus llaves?-