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viernes, 13 de mayo de 2011

Capítulo 4 Apuesta parte 3

Se abrieron las puertas y tal cual lo había predicho, la vecina rodeada de dos rudos guardaespaldas con uniforme oscuro. Cada brazos de aquellos sujetos era aproximadamente 3 míos y 4 de Julián. Sin embargo no era el poderío de sus extremidades superiores en lo que se centraron mis ojos. Julián nunca supo disimular así que su vista se fijó directamente en ella y ahí se mantuvo el resto del trayecto. En mi caso yo era algo más discreto.
-¿Va bajando?-preguntó la chica en voz alta mientras sus dedos se movían a toda velocidad por el teclado de blackberry cual secretaria.
Sin duda padecía el síndrome del blackberry que tanto se había contagiado en aquel año. Sin embargo unos estaban en estado terminal, éste estado consistía en la dependencia del móvil llevada al extremo al punto de no saber como podías socializar antes de haber tenido uno de ellos. Tenía que pedirle el pin.
-Sí, digo no- respondió Julián indeciso tras unos segundos sin levantar siquiera la mirada de sus pechos. 
Subimos los dos pisos sin abrir la boca el silencio ocupó el poco espacio que quedaba en ese ascensor tornándose cada vez más incómodo ante la falta de conversación. Yo mirando la espalda de uno de ellos, Julián a la vecina y ella a su pantalla
En aquel instante vibró mi bolsillo, fui a sacar el móvil sin embargo las puertas se abrieron y ahí estaba el negrito y Montes. Milton colgó inmediatamente y acto seguido quedó atónito mirando el interior del ascensor y no precisamente por nosotros, Montes hizo una cara parecida aunque algo más exagerada.
Por poco se le cae de la mano derecha el pack de cervezas Poker que había traído. Era un hecho, mis amigos tenían un talento para disimular. 
-Hola preciosa ¿cómo te llamas?- le preguntó Milton con su inconfundible acento de La Habana mientras guardaba en su bolsillo su nokia de color rojo y negro.
Parecía que había estado esperándola a ella todo este tiempo, y nosotros éramos los vecinos del octavo. Mariana levantó la mirada de su blackberry.
-Mariana, ¿tú?- respondió con una sonrisa en la cara y cogiéndose el pelo con la mano derecha.
-Milton Núñez- respondió Milton acercándose a ella para darle un beso en la mejilla. 
-Yo soy Gonzalo- me apresuré a contestar humillado asomando mi cabeza por detrás del guardaespaldas. 
Llevaba una semana en mi edificio y no le había dirigido la palabra, sin embargo llega el cubano, se abren las puertas del ascensor y parecen amigos de toda la vida.
-Y yo Julián, pero me dicen Julius- dijo Julián seguido levantando la mano saludando.
Mariana estaba un poco confundida con tanto nombre, y me miró por detrás de su acompañante y a Julián igual.
-Bueno y yo soy Montes- dijo Montes tras haber dejado las cervezas en la mesa del pasillo frente al ascensor. Hicimos casi una fila para darle un par de besos.
-Encantado- le dije tras el beso en la mejilla. 
Después de mí, otros 3 ''Encantado'' sonaron. Sin embargo el único que había dado la talla había sido Milton.
-¿Julián verdad?- le preguntó recordando para sí los cuatro nombres que acababa de escuchar casi al mismo tiempo.
-Eso es-respondió éste devolviéndole la sonrisa.
-Bueno y ¿qué van a hacer?- preguntó ella de nuevo, al menos mostraba algo de interés en nosotros.
-Una partidita de póquer con los amigos- respondió Montes con otra sonrisa.
Aquello parecía una competición de sonrisas, todos con la cara sonriente menos los guardaespaldas con esa cara mustia e inexpresiva para cualquier situación. 
-¿Te apuntas?-preguntó Milton moviendo la cabeza hacia la puerta de mi casa intentando así animarla.
-No, no se jugar- dijo con una risita típica de niña consentida.
Al parecer mi análisis de hacía un par de días había sido una copia de su realidad psicológica.
-Eso da igual yo te enseño- respondí mientras salía del ascensor.
-No puedo, es que me voy a ver con unas amigas- dijo no tan sonriente.
-Bueno pero otro día seguro-le dijo Julián saliendo también del ascensor.
Parecíamos buitres tras la presa hablándole desde todas partes. La chica estaba algo confundido a ese punto. Nos despedimos casi hasta de los guardas.
Se cerraron las puertas y estaba claro que no íbamos a hablar de póquer.
-¿Sabrá que soy yo su vecino?- pregunté en voz alta decepcionado levantando las puntas de mis converse hacia mí en señal de derrota.
-Tío perdón por no creerte- me dijo Montes mirando al suelo, todavía tenía la sonrisa en la cara.
-¡Dios! ¡Cómo está tu vecina Gon!- gritó Milton mientras me sacudía los hombros.
-Y ahora es cuando entiendo la famosa fantasía de la vecina- dijo Julián a carcajadas.
Y así estuvimos un buen rato mientras nos tomábamos las cervezas que había traído Montes y dejamos las águilas enfriando. De repente llegó Edgar y minutos después Javi de imprevisto ya que nos había rechazado la invitación al póquer desde hacía una semana. No le había sentado muy bien perder sus 30 la semana pasada cuando en la mesa sólo quedaban el y el negro. Sin embargo se había tragado su orgullo y había llegado con sus 30 en mano, con sed de venganza.
-Sabía que ibas a venir- le dijo Edgar sólo para picarle más de lo que se encontraba.
-Cállate que hoy me quedo con tus 30 fijo, y tu Gon tráeme una cerveza- me dijo mientras ocupaba ya su sitio en la mesa redonda con la alfombrilla verde para darle un aspecto aún más profesional.
-Pues ve a pedírsela al portero porque la sexta se la di a él porque no contábamos contigo- le respondí sentándome también en la mesa.
Nos sentamos en la mesa todos, contaron una y otra vez lo buena que estaba mi vecina a Edgar y a Javi, nos acabamos las cervezas, Javi su vaso de cocacola mientras nosotros nos burlábamos de él y sólo lo enfurecíamos más.
Pusimos cada uno nuestra parte en el centro de la mesa ahí había 180 mil pesos para el ganador, una cifra que entre la que se interponían mis cinco amigos a los que tenía que ganar a base de faroles y suerte jugando al famoso Texas Hold'em. Edgar sacó el maletín ''Poker Caddy'' con las fichas. Milton cogió la baraja y dijo:
-Bueno que, ¿empezamos?-

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