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La historia en este blog es pura invención de su creador
NO confundir con un diario basado en experiencias autobiográficas

jueves, 28 de abril de 2011

Capítulo 3 Viernes parte 7

De pie frente a ellos a unos escasos 10 metros, la primera gota de lluvia cayó sobre mi cabeza y continuaron cayendo ligeramente al comienzo.
Miré a ambos lados con una marea de pensamientos inundando mi cabeza, la cual mantuve fría aquellos eternos segundos jugando un pulso con la mirada manteniéndola clavada en mi receptor.
Moví mi mano derecha que temblaba sutilmente con una gota de agua escurriendo hacia mis dedos. Noté las llaves en ella aún con la más afilada disimuladamente colada entre mis dedos.
Estaba más asustado que una monja con retraso.
-¿La plata quieres?- le pregunté irónicamente al chaval con navaja en mano mientras metía mi mano en el bolsillo derecho fingiendo coger algo. Había dejado ya toda intención de parecer argentino y mostré mi verdadera cara.
El atracador asintió y acto seguido escupió un salivazo más sólido que líquido al pavimento plagado de huecos. Pero no era el momento precisamente para sentir asco.
Agarré fuertemente mis llaves dentro de mi bolsillo, cabían en mi puño sin embargo había un total de 6 llaves y mi llavero de Llanes. 
No llevaba encima nada más doloroso para tirar, me iba a doler en el alma perder el llavero de mi tierra y más me iba a doler la ostia que me propinaría mi padre cuando se enterara de ello. Pero era un sacrificio que valía la pena, al fin y al cabo se trataba ni más ni menos de salir ileso de allí.
Entre aquellos pensamientos divagando por mi mente recordé una frase de mi profesor favorito, Maldonado, que más que un profesor era como un colega, y siempre la repetía para cualquier caso. Me imaginé a mi mismo gritando: ''¡A mí no me roba ni San Pedro Apóstol'' pero yo no era un héroe de cómic ni tenía un as bajo la manga que me salvara de la situación con semejante frase.
-Pues hasta luego- grité tan alto como pude a la vez que sacaba mi mano cargada y la lanzaba con todas mi fuerzas directamente al rostro del atracador joven.
No había trazado una estrategia mejor en lugar de ello pensaba en que la mañana siguiente tendría un resfriado por la lluvia que acababa de empezar. El viejo no me preocupaba ya que además de no estar armado no estaba en condiciones de perseguirme y con esas barbas aún menos. A no ser que cargara una pistola encima y no creo que estuviese dispuesto a desperdiciar una bala en mí.
El gesto fue tan espontáneo que no le dio tiempo a esquivarlas. Sin embargo cuando escuché el sonido de mis llaves chocando el pómulo izquierdo de aquel sujeto yo ya estaba corriendo en dirección contraria tan rápido como podía sentía que no podía controlar las piernas a tal velocidad. Esperaba haberle dado en un ojo al menos o haber  conseguido condicionarle de alguna manera para la carrera.
Seguido del golpe inmediatamente escuché el ruido de sus reebok chocando contra el suelo mojado corriendo en mi dirección. Al parecer el hombre que estaba a su izquierda segundos antes también se había lanzado en mi captura.
Oía toda clase insultos y barbaridades que difícilmente llegaba a comprender ya que estaba con mis 5 sentidos puestos en decidir el rumbo a seguir, ya que aquella calle no parecía conducir a nada.
-¡Joder ahora flato*!- me quejé a mi mismo cuando comenzó la clásica molestia debajo del estómago provocada por una mala respiración en carrera.
De repente dejé de escuchar dos de las cuatro pisadas que venía oyendo desde que comenzó el sprint por conservar mi móvil, y en el peor de los casos camisa y pantalones. El de las barbas había desistido, imagino que debido a su incapacidad física.
Al final de la calle giraba a la derecha pero en la penumbra no era capaz de calcular cuanto faltaba hasta un cruce. En el momento que giré para seguir por aquella calle, el pavimento estaba tan húmedo y resbaladizo que fue demasiado para mis zapatos de suela lisa que que me hicieron caer con la cadera al cemento. 
En el instante en que puse las manos en aquel húmedo suelo para incorporarme, escuché de nuevo cuatro pisadas tras de mí. Al verme caer había retomado el ritmo el que previamente se había detenido.
Ni siquiera miré atrás habrían recuperado los metros que adelante con las llaves.
Vi caer una piedra a mi izquierda, el cabrón se había detenido a coger algo que tirarme. A pesar de ello su puntería no era proporcional a su barba.
De repente sentí un duro golpe en la espalda, que casi incluso me deja sin respiración. Sin duda me había dado con una piedra, al parecer tenía experiencia lanzando piedras, o ladrillos. Algo grande me había dado pero en caliente no notaba tanto el dolor.
¿Cómo era posible que hubiera calles tan escondidas y tan desiertas? Esa era la pregunta que me hacía esperando que alguien me socorriera.
Tenía las manos heladas, la respiración muy agitada mientras inhalaba aquel frío demoledor de Bogotá a esas horas.
Saqué el blackberry de mi bolsillo, pero era incapaz de digitar los dos botones para desbloquearlo y por lo tanto era imposible escribirle a alguien.
Llegué a un cruce, mi orientación en ese punto era nula de modo que torcí a la izquierda sin siquiera pensarlo. Cuando repentinamente oí el ruido de alguien resbalándose al igual que yo en el cemento. Giré un segundo la cabeza y ahí estaba el jovencito tirado en el suelo, el mayor pasó a su lado pero en lugar de ayudarle siguió por mí.
No podía más ya estaba por desplomarme cuando recibí otra pedrada en el hombro izquierdo que fue suficiente para dejarme dar apenas un par de pasos y hacerme yacer sobre el pavimento. Al menos había llegado a una calle con más luz y con algo de suerte, más transitada.


Flato: es el dolor abdominal que surge en ocasiones al realizar ejercicio físico, en latinoamérica se conoce como bazo.

martes, 26 de abril de 2011

Capítulo 3 Viernes parte 6

Iba a ser una noche movidita de eso no cabía duda. 
Y por si fuera poco había acabado en una calle oscura y poco frecuentada por peatones. Clavaron sus ojos en los míos con un gesto estremecedor en su piel marchita.
Instantáneamente sentí un escalofrío que erizó mis vellos y me puso en alerta. Pensé todas mis posibilidades, el enfrentamiento no era mi primera opción ya que podría arremeterme con aquel instrumento o peor aún sacar una navaja de alguno de los agujeros en sus ropajes que podrían tener numerosos bolsillos secretos. Y yo, que no había metido una ostia hacía demasiado tiempo. 
Sin duda uno de ellos no estaba en buena forma física y llevando aquellas botas sería difícil cogerme. El jovencito era más atlético pero con una buena dosis de adrenalina en mi interior era posible escapar. Sin embargo aún estaba con la respiración agitada tras el reciente sprint desde el local. Además de ello, mi vestimenta no era la más adecuada para correr ya que los vaqueros permitían a mis piernas escaso movimiento mientras que aquel chandal deteriorado era ideal para cazarme. Descartada la opción de correr.
¿Qúe me quedaba? Meterme la llave más afilada de mi llavero entre el dedo índice y corazón, y meterme con la otra mano la cartera en los calzones disimuladamente
Dieron un paso más en mi dirección y justo respondió Javi:
-¿Dónde coño estás Gon?- preguntó con tono angustioso sin apenas saludar.
-Nose tío te llamo ahora- respondí mientras bajaba el móvil de nuevo a mi bolsillo, un poco tarde para evitar que fuera visto por el par de malhechores.
-Uuuyy pero ese celular si está como bonito ¿Sí o que?- dijo el de las barbas para guiness world récords a su acompañante a la vez que le daba golpecitos en el hombro con la parte externa de su mano derecha.
Era evidente que ya me tenían en la mira, pocas veces había pasado por una situación de éstas características y fueron mis nervios los que me delataron haciéndome caminar cada vez más rápido en dirección contraria por aquella calle que ni siquiera sabía si tenía salida.
-¿Por qué tan rápido perro? No se vaya a hacer chuzar- me preguntó irónicamente una voz más aguda y por descarte la del chaval más joven. 
Llevaba suficiente tiempo en este país como para entender la expresión chuzar, y no era en absoluto una buena señal.
Ya había aclarado sus intenciones y lo que escondía en su mano derecha, me di la vuelta y me enseñó una hoja brillante encerrada en su puño. Me fui despidiendo de mi blackberry que no había durado un año siquiera.
-¿Qué quiere?- le pregunté sacando un acento colombiano improvisado y poco creíble sin embargo era mejor que demostrar mi acento de macho español.
-Usted ya sabe pirobo, no se haga chuzar- respondió agitando de nuevo su mano recordándome lo que me esperaba si no colaboraba.
Hubo unos segundos de silencio tras cerrar mi boca, los cuales aprovechó su acompañante que tras mantener una cara pensativa se giró al portador de la navaja:
-Oiga perro este piropo no es como…Argentino- dijo pausadamente tras una breve reflexión.
En aquel momento sentí un vacío en el estómago porque creí que habían reconocido mi acento. Sin embargo su habilidad para reconocer acentos era suficientemente deficiente para mantener encubierta mi nacionalidad.
-Oe sí me sonó como raro este carechimba- corroboró al otro a la vez que asentía.
-Gonorrea vuelva hablar- me dijo el barbudo señalándome con el dedo índice.
Permanecí en silencio sin saber que hacer, quizá unas palabras más serían suficientes para desnudar mi nacionalidad con mi acento o por otro lado podría fingir un acento suramericano, concretamente argentino. Era mejor que me tildaran de argentino al fin y al cabo no era europeo. Afortunadamente éste acento era más fácil de imitar y todo el mundo en algún momento de su vida ha bromeado con esta pronunciación con expresiones como: Ché  boludo, loquito, que decís vos? Y después de ver numerosos vídeos de ''El Bananero'' en Youtube estaba provisto de suficiente vocabulario para pasar como uno de ellos.
- Vuelva hablar o me lo pelo- repitió el joven imitando la actitud de su acompañante y amenazándome con su navaja en lo alto.
-Le doy tres segundos para abrir la boca malparido- dijo el de mayor edad metiendo la mano en su bolsillo.
Ahí voy me dije a mí mismo.
-Ché boludo, ¿vos que estás hablando? ¿Cómo que me vas a pelar?- le dije convincentemente ayudado de aquel gesto manual típicamente argentino e italiano que consistía en poner la mano boca arriba con los dedos juntos y agitarla hacia arriba y hacia abajo.
-Si ve güevón, este monito es argentino- se dirigió el barbudo al del arma blanca riéndose.
El jovencito comenzó a reírse y como mucha gente cuando escucha un argentino inmediatamente procedió a intentar ''imitarme''.
-Ché pibe, sos un boludo de mierda loquito- gritó el jovencito con un acento bastante mediocre a la hora de pasar por un argentino.
El hombre mayor de su izquierda hizo otro tanto, pero no mucho más convincente que el otro, permanecieron un espacio de tiempo burlándose y repitiendo esas expresiones.
-Vos parecés argentino también pibe- mentí tras escuchar a aquellos maleantes intentar un acento que ni siquiera era el mío de origen.
-¿A lo bien?- me preguntó el chico con una sonrisa en la cara y guardando su navaja en el bolsillo.
-Bueno loco, yo me voy yendo que está retarde- le dije en mi intento de escapar de la situación y conservar mis pertenencias.
-¿Cómo así güevón? Deme la plata perro y ese celular- me aclaró el jovencito de nuevo metiéndose las manos en los bolsillos.
Al parecer mi táctica no había funcionado, tenía que pensar en algo rápido. No me iba a dejar robar tan fácilmente y había tenido un tiempo para recuperar fuerzas y regular mi respiración estaba listo para correr. Si me pillaban podían herirme con la navaja, robarme y dejarme ahí tirado medio muerto, sin un móvil con el cual pedir ayuda.

jueves, 21 de abril de 2011

Capítulo 3 Viernes parte 5

Eran más pero no más grandes, aunque espero esto no suene a excusa barata.
-¿Qué pasa aquí?- preguntó Julián levantando la barbilla. 
Se dirigía al muchacho robusto más cercano a nosotros. Éste se tomó su tiempo para girarse y mirar por encima del hombro a mi colega.
-¡Eh! Que te estoy hablando- repitió mi amigo mientras le cogía la camisa en el pecho y lo traía hacia sí.
Error sin duda, el sujeto perdió la paciencia y empujó a Julián con tal fuerza que si no hubiera estado la discoteca con tal cantidad de gente, éste hubiera caído de espaldas al suelo. Afortunadamente ahí estábamos Montes y yo, que tras sujetarlo reaccionamos y yo me dirigí a empujar al que acababa de lanzar por los aires a Julián, Montes a por otro de ellos. 
Javier salió como pudo también entre puños al aire  con el labio roto y con la cara enrojecida de la furia. 
Había cogido carrerilla de modo que fue suficiente para derribarlo y caer sobre él. Sin embargo fue escaso el tiempo que mantuve la ventaja del peso de mis rodillas sobre su pecho ya que dos amigos suyos me tomaron de los brazos cuando estaba con el derecho cargado para asestarle un puñetazo en su cara descubierta.
Gritaban cosas como: ''Quiubo güevón'' o ''Malparido'' y otras cosas más desagradables. Sin embargo creo que en el arte del insulto y la injuria los españoles tienen un dominio claro.
Me levantaron y vi a uno de ellos con la nariz rota y bañada en sangre y a Montes riéndose en el suelo al lado suyo inmovilizado por otro par. Al menos ellos también había recibido. 
En aquel momento llegaron los porteros y la logística del lugar que habían tenido serios problemas para cruzar aquella marea de gente.
Mierda, aquella noche como muchas otras había un camión de policía en la zona.
-Tío hay que largarse- me dijo Julián mientras forcejeaba con uno de ellos.
Las cosa podrían tornar de aquel gris que había tomado la noche, a un negro oscuro como nos cogiesen.
Aproveché la confusión para intentar liberar mis brazos y tras un intento espontáneo mientras todos centraban su atención en los señores de uniforme que venían tras nosotros, conseguí soltarme y darle un codazo sin apenas mirar a uno de ellos.
Julián hizo otro tanto y empujó a uno de los que sujetaban de rodillas a    
Montes, éste se levantó de un salto, tomó de un brazo a Javier y nos mezclamos entre el gentío en direcciones diferentes.
Nuestros rivales hacia escasos segundo corrieron al igual que nosotros, no en nuestra búsqueda sino con nuestro mismo propósito.
Al fin llegué a la planta baja y en la puerta del local estaban apostados numerosos guardias.
Saqué mi DNI, y con la mayor naturalidad del mundo de mi cartera, les aclaré mi participación en la embajada española en Colombia, mientras miraba a los ojos al que lo examinaba. Valió para salir ileso de aquel asunto. Sin embargo tarde o temprano llegaría la policía a la salida pero ya sería demasiado tarde y yo ya habría corrido unas cuadras.
-¿Habrán salido mis amigos de allí?-aquella pregunta me invadía la cabeza mientras proseguía mi ya inútil carrera por desaparecer.
No me había fijado que mis piernas seguían trotando una vez innecesario, de modo que me paré para pensar. Saqué mi móvil para llamar alguno de ellos, quizás habían tomado el mismo rumbo.
En el instante que presioné el botón verde y puse el móvil junto a mi oreja escuché unos pasos tras de mí y unas voces risueñas. Giré la cabeza y vi a un par de sujetos vestidos con arapos erosionados ya por el clima y el paso del tiempo, el más joven llevaba en sus pies unas botas desgastadas de caucho oscuro y el otro unas reebok que en un tiempo pasado fueron blancas.


Uno de ellos portaba una herramienta análoga a un parabrisas, con la que se ganaba lo justo para subsistir en los semáforos. Un poste con un interruptor de tres luces con temporizador capaz de generar millones de empleos. El otro posiblemente no sabía que existían las cuchillas para afeitarse dado el hecho de que de su barba podrían hacerse varias pelucas. Que podría incluso usarla para sí, ya que su cabeza era una pulida bola de billar.
Las caras cubiertas a manchas por suciedad que ya difícilmente saldría sin una manguera a presión.

sábado, 16 de abril de 2011

Capítulo 3 Viernes Parte 4

Una vez en el local, con el reggaeton retumbando en mis tímpanos, nos movimos entre el gentío hasta por fin llegar a una mesa libre. Comenzamos la dura labor de búsqueda, dura debido a la improbabilidad de dar con un grupo de mujeres guapas, y aún más extraño, solas.
-¿Por qué no han venido mujeres con nosotros tío?- preguntó Javi lo que llevábamos pensando todos en nuestra cabeza desde que entramos a aquel sitio.
-¿Qué os parecen esas chicas de ahí?- preguntó Montes que ya estaba al borde de la desesperación. 
-No se yo, yo diría que siguiéramos buscando y si no vemos nada del otro mundo habrá que conformarse con aquellas- apunté respondiendo la pregunta de mi amigo ya que no era partidario del conformismo.
-Hay que repartirse-dijo Julián mientras señalaba en todas las direcciones y a la vez haciéndonos reír a cada de uno de los miembros del grupo.
Nos dividimos durante un largo espacio de tiempo. La discoteca estaba atestada de gente y como suelen decir los comentaristas de fútbol no cabía ni un alfiler.
Y así fue como comenzó aquella noche para olvidar sin duda alguna.
Me topé con Montes en el baño y nos preguntamos si había habido suerte.
Le llevé hasta un grupo de chicas en las que me había fijado segundos antes a hacer mis necesidades.
-¿Ésas de ahí? Tú estás mal de la cabeza-respondió con un tono casi humillante y con el volumen de voz tan alto que era más que probable que lo hubiesen escuchado.
Ése era un común denominador entre Montes y yo, la imprudencia.
Me hizo un gesto para que le siguiera, parecía que el había dado con otro grupo. Estábamos atravesando una gran masa de gente cuando se paró y me señaló unas chicas que también tenían compañía masculina.
-¿Qué te parecen?-me preguntó de nuevo a la desesperada
-Nose tio, son feas o están pilladas, o son feas y pilladas- respondí entre risas con él.
-Pues si hace falta se las quitamos- dijo mi colega, que siempre fue directo y con las ideas claras.
-Me pido a la rubia- dije mientras le daba unas palmadas en la espalda.
Nos presentamos como españoles claro, yo llevaba cerca de año y medio aquí y Montes casi un año entero y aún íbamos al colegio. Sin embargo cuando nos encontrábamos en un local, era política oficial del grupo que éramos españoles llegados hace una semana, estudiantes de derecho en la Complutense y necesitados de unas clases de reggaeton.
Pocas veces fallaba, aunque alguna vez con Julius no salieron las cosas bien. Había que ponerse de acuerdo con anterioridad ya que en más de una ocasión la parafernalia inventada por cada uno de nosotros no concordaba, de modo que llegado el momento en el que las amigas se contaban entusiasmadas aquello mientras nos miraban examinaban minuciosamente, nos descubrían y posteriormente se iban riéndose seguramente.
Les contamos nuestra vocación por el derecho mientras los hombres que se encontraban con ellas nos lanzaban miradas asesinas.
Bailamos con ellas, las únicas guapas o decentes al menos. Apostaba a que no podían ser solteras y por la expresión en los rostros de sus acompañantes más todavía.
Preferí asegurarme y le pregunté:
-¿Soltera verdad?- No se me ocurrió una manera más directa de demostrar mis intenciones.
-Hasta que mi novio llegue del baño- respondió mordiéndose el labio y mirando al suelo.
Parecía que era mi noche. Miré a los lados indeciso, valía la pena desde luego, pero si su novio volvía rápido podría llevarme la paliza de la historia. Me giré para pedirle consejo a Montes y como no, éste no había perdido ni un segundo y ya estaba liándose con la otra chica que también tendría novio.
Comenzamos a besarnos lentamente mientras bailábamos yo con las manos en su cintura y con un ojo abierto y puesto en el pasillo del baño.
De repente alguien me cogió por la espalda, un escalofrío cruzó mi espalda de arriba a abajo. Me di la vuelta con los ojos entrecerrados esperando un derechazo. 
Era Julián que al parecer tenía que decir algo, había intentado decírselo a Montes pero éste le había dado un codazo y había proseguido.
-¿Qué quieres tío?- le pregunté moviendo los ojos en dirección a la chica, dando a entender que tenía a ''mi'' chica esperando y no era el tiempo lo que me sobraba
-Antes que nada, ¡como está tu chica! Bueno ahora a lo que voy ¡están amenazando unos cabrones a Javi por estar hablando con la ex-novia de uno de ellos! Menos mal no me vieron a mi cuando estuve con ella, porque no estábamos hablando precisamente-dijo Julián acelerado a la vez que jadeaba y a lo último sonrió.
-¿Tiene que ser ya?-pregunté conociendo de antemano la respuesta.
-Sí tio suficiente por hoy- respondió mientras me cogía del brazo, estiraba la cabeza y se despedía de mi presa de aquella noche.
Despegamos a Montes de su amiga y nos movimos entre la muchedumbre esperando que no estuviera Javi con un ojo morado ya.

viernes, 15 de abril de 2011

Capítulo 3 Viernes Parte 3

Me desperté con una lengua húmeda y larga lamiendo mi afeitada barbilla, que estaba ya al borde de la descomposición, y unas patas ligeras sobre mi pecho. Abrí los ojos y de nuevo vi el techo blanco que había sido el último punto fijo en mirar antes de quedarme absorto y posteriormente dormido profundamente vestido y sin arropar. Sin embargo no era capaz de ver todo el techo, ya que lo cubría mi incansable perro agitando su cabeza al lamerme. Mis pies entumecidos temblaban ya de frío y por la sensación que tuve al frotar uno con otro en mi intento de calentarlos, pude notar que Ulysses había empezado por ahí su tarea de despertarme a base de . ¿Cuántas horas habrían pasado?
Las siestas pueden ser traicioneras, y en mi caso lo fue. Giré mi mano derecha para incorporarme sobre el borde de la cama encontrándome de esta manera con mi móvil y del mismo modo tirando al perro de espaldas en la cama.
Ni más ni menos que diecisiete llamadas perdidas.
-¡Joder tio!- me dije como regaño ante el hecho de haber dormido tanto y en semejante posición, mi cuello estaba totalmente agarrotado.
Por si fuera poco cuando logré llegar hasta el espejo a trompicones dado el hecho que mis pies estaban dormidos y pegajosos, pude ver la evidencia de mi siesta, los clásicos surcos faciales formados por la almohada en el costado izquierdo de mi cara. Estuve muy cerca de repetir la expresión recién salida de mi boca. Sin embargo no tenía sentido alguno maldecir en compañía de uno mismo, lamentablemente no cambiaría mi situación.
Me apresuré a mirar mi reloj. Las 9 y 12, nuevo récord de siesta, de las 3 de la tarde a las 9 y 12, poco más de 6 horas. Eso es más de lo que acostumbraba a dormir por las noches por desgracia como consecuencia de mi insomnio transitorio.
A estas alturas del día, a las cuales ya había caído la noche horas antes, (aproximadamente en mitad de mi siesta) mis colegas ya estarían juntos y planeando la estrategia de aquella noche, las cuales no eran muy eficaces y solían acabar de otra manera muy distinta.
Y yo con uniforme arrugado, con la cara casi cortada y sin un duro como para salir al ritmo que salíamos en esta ciudad. Un mínimo de cincuenta mil pesos la noche.
A pesar de que suene a una descomunal cantidad de dinero, se trataba de algo menos de 20 euros.
De repente vibró por décimo-octava vez mi móvil sobre la sábana aún moldeada con la forma de mi espalda. Mi perro no se asustó, en condiciones normales hubiera pegado un brinco y probablemente se hubiera caído de la cama, sin embargo tras diecisiete veces ya estaba prevenido. Era más que probable que fuera cualquiera de mis amigos, y estaba en lo cierto, di vuelta al móvil para leer un esperado: ''LLAMADA JULIUS''
La llamada se resume con la siguiente frase, que de hecho, fue la primera:
-¿Tu tienes el teléfono de adorno verdad?- con un sarcasmo tan evidente que hasta ulysses que se encontraba al lado mío lo hubiese entendido.
Tras discutir brevemente su posición actual, y su futura posición cuando yo estuviese listo me dirigí a la ducha inmediatamente.
Me vestí de prisa y corriendo, con la ropa del día anterior ya que el único testigo de mi vestimenta había sido el guardaespaldas de mi vecina, mi madre y mi hermana. 
Por fortuna di con mi cartera en aquel pantalón, fue un milagro que tuviese dinero ahí dentro ya que solía fundirme hasta el último mísero peso, no me gustaba quedarme con monedas.
Un cuarto de hora más tarde me encontraba en ''Buffalo Wings'' o ''santuario'' como le llamábamos nosotros ya que acudíamos con una frecuencia semanal antes de salir. Teníamos un par de santuarios más pero éste era clave. Ahí estaban todos esperándome con una silla libre.
-Eso es ser unos buenos amigos- dije al atisbar el detalle del asiento desocupado a la vez que me dirigía hacia la mesa.
-Bueno cuéntanos, ¿qué has estado haciendo con tu vecina que llegas tan tarde?- preguntó Montes para animar el ambiente.
-Muchas cosas tío, pero tendrás que taparte los oídos para que las cuente- respondí entre risas para iniciar así una discusión.
-No me lo creo, tú eres el típico que todavía no le ha dicho ni hola- dijo Javi desde su asiento para intentar ser parte de la conversación recién comenzada.
Comenzaron las carcajadas por parte de mis amigos mientras yo pensaba que Javier tenía toda la razón, me había descubierto.
-Yo tampoco tranquilo, a decir verdad he dormido 6 horas y cuarto- dije decepcionándolos a todos y acabando de esta forma la charla sobre Mariana.
Nos tomamos algo rápido, pedimos la cuenta (el inevitable problema a la hora de pagar cuando estas con tus amigos)

miércoles, 13 de abril de 2011

Capítulo 3 Viernes Parte 2

Lo ayudé a incorporarse, cruzamos la calle y llegamos a la portería. Esperaba encontrarme con Mariana, porque sino me vería forzado a cumplir mi trato de pagar un par de cervezas. Me dirigí al ascensor como cada día y esperamos frente a él hasta que oí su ruido al bajar.
Al abrirse la puerta levanté la cabeza y allí estaba ella también con uniforme y como no su par de acompañantes con sendos uniformes que para nada se parecían al de la joven entre ellos. 
Me quedé mirándola perdiendo así la noción de tiempo y espacio, imagino que con cara de gilipollas, hasta que Julián reaccionó preguntando:
-¿El ascensor va subiendo?- tras haber estado en estado de trance al igual que yo.
Los dos guardaespaldas no hicieron siquiera amago de responder, tan sólo ella levantó su mano y apunto con su índice hacia el suelo dándonos a entender que su destino era el garaje. Todavía no sería tan afortunado como para oír su melodiosa voz. Era preciosa aquella muñeca con las mejillas sonrosadas. Hicimos caso omiso a su gesto y nos subimos.
Giré mi cabeza para ver la expresión de asombro en la cara de mi amigo, cuya habilidad para el disimulo era nula, aunque más que habilidad era un defecto. Afortunadamente ella estaba distraída escuchando música. Lo que permitió analizarla como el día anterior.
Se había alisado su pelo de color oro, que como la última vez, le caía ordenadamente por los hombros. Su fino cuello estaba encogido para así poder ver su blackberry. Sus delicadas manos apretaban las teclas de su móvil más rápido que una clásica secretaria de oficina. 
Al parecer era una persona que como muchas otras dueñas de blackberry había desarrollado una obsesión que la hacía puramente dependiente de este.
Se bajaron en el sótano y las puertas se cerraron dejándome con el suspense de cuando la volvería a ver. Julián permaneció callado, y el silencio suspiró algo parecido a:
-Te has ganado un par de cervezas- a la vez que presionaba el botón del primer piso. 
No me había equivocado, esperaba que mi mudo acompañante se bajara allí, quería estar un rato en la exclusiva compañía de mi mismo fantaseando en mi habitación.
Éste comprendió la indirecta y se bajó según lo había planeado, se giró antes que las puertas chocaran.
-Eres un tío con suerte- dijo mientras agitaba su dedo índice apuntado en mi dirección.
Seguí mi camino hasta el décimo piso y antes de llegar sentí un cosquilleo en la pierna, no podía ser una erección a pesar de estar pensando en ella, era el vibrar de mi móvil en el pantalón. Lo saqué, era mi amigo Montes llamando, probablemente ya inquieto por saber la hora a la que nos encontraríamos. Le di al verde y dije:
-Ahora no tio- al mismo tiempo que le colgaba y volvía el móvil a su lugar original, sin darle tiempo a decir siquiera hola.
Era el momento indicado para escuchar cualquier canción de amor, en ese momento entendí porque el 90 % de las canciones en el mundo, sin importar el idioma, el género o el movimiento, son de amor. Porque cuando estás enamorado, cualquier verso romántico te recordará a esa persona hasta el punto que llegues a creer en una pequeña parte de tu ser que fue escrita para ti y para aquella persona que vive en tu cabeza.
Saqué mis llaves, subí las escaleras y sin apenas saludar a nadie salté de espaldas una vez en mi cuarto, cayendo así sobre mi colchón. Me puse mis cascos Sony y dejé que mi Ipod hiciera el resto dejando que las horas pasaran con los ojos abiertos mi techo blanco mientras escuchaba atentamente la letra de las canciones que como previamente mencioné revivieron los pocos instantes que estuve junto a Mariana.

martes, 12 de abril de 2011

Capítulo 3 Viernes Parte 1

Capítulo 3 Viernes

Gonzalo Llanes Gregory
21 de febrero 2011
Rosales, Bogotá Colombia

Era viernes por fin, nunca creí haberlo deseado tanto. Necesitaba salir con mis amigos, descansar mis incesantes pensamientos centrados en una sola cosa. Con un poco de suerte conseguiría olvidarme de como se estrelló la puerta a escasos centímetros de mis narices pocas horas después de conocer a la colombiana más espectacular que jamás había visto. Y no cualquier puerta, su puerta.
La noche anterior había tenido pesadillas con ese guardaespaldas, repitiendo constantemente en mi cabeza aquella frase, ''Suelen ser más altos''
-Desgraciado- le maldecía para mis adentros mientras me ponía el uniforme antes de salir con ese frío matutino de Bogotá que erizaba hasta el último de los vellos de mi cuerpo.
Al parecer dormir no había sido excusa para dejar de pensar en aquello, desafortunadamente todo lo contrario. No era necesario decir que había pactado conmigo mismo, el silencio de lo sucedido. No obstante hablar a mis amigos sobre la existencia de mi vecina sería lo primero que haría al verlos. Pero ellos no creyeron en nada de lo que ansiaba tanto contar. Algo ciertamente comprensible, ya que mi descripción sobre ella quizá habría sonado un tanto ficticia. Es cierto que exageré con comentarios tales como:
-¡Vaya delantera, vaya culo y vaya todo! Hacédme caso que nunca habéis visto algo así- 
Yo tampoco lo hubiera creído y fue por ello que invité a uno de ellos, Julián, esa misma tarde a subirnos al ascensor las veces que fuera necesario. Valdría la pena sin duda. Éste aceptó.
-Como no esté la mitad de buena de lo que supuestamente dices, ya puedes ir invitándome a una cerveza esta noche, una no, dos- dijo Julián desafiante. Su afición por las apuestas era ya sospechosa, incluso preocupante sumando el hecho de que su porcentaje de victorias era considerablemente menor al de derrotas. Mi mejor amigo apuntaba a ser el típico sujeto con la entrada prohibida en sitios de apuestas.
Transcurrió el día y como todo viernes, permanecimos toda la jornada planeando que haríamos aquella noche. Todos coincidíamos en una cosa, hoy a ''rumbiar'' a la T, que quien haya vivido en la capital sabrá perfectamente donde nos dirigíamos.
Siempre me desconcertó la Bogotá de esos años. Sin duda el único país en el que al salir a calle podrías ver una frutería de cuatro pisos, con más aparcamientos que su propio aeropuerto. Y lo que lo hace aún más extraño, una discoteca en el último piso. Una extravagancia probablemente posible mediante el excesivo dinero del narcotráfico que debía ser ''lavado'' de una manera u otra. Sin embargo desconozco las fuentes de ingresos de tan famosa frutería, quizás fueran gente honesta. Lo cual no solía ser un rasgo inherente aquí por desgracia, y como consecuencia se había generado una desconfianza social para nada beneficiosa para el país. 
Fruterías con capacidad para tantos vehículos que tengo mis serias dudas de que jamás hayan llenado si quiera el primer piso de aparcamientos. ¿Dónde más encuentras esto?
Es irónico pero allí pretendíamos salir aquella noche, ya que era un sitio de moda. Se encontraba a gran altura y estaba provisto de una estupenda terraza, cuya mayor ventaja eran sus vistas.
Sonó la campana a las 2 y 20 como cada viernes, momento en el que abandoné toda sensación de cansancio. Es asombroso como un adolescente puede cambiar su estado anímico con tan sólo escuchar a lo lejos la palabra ''viernes''.
-Vamos tio, ¿me oyes? ¡Qué vamos he dicho!- le grité a Julián cuando la ruta se paró enfrente de mi edificio. Era inútil, éste se encontraba en un estado que estaba más cerca del coma que del sueño. 
Comencé a darle bofetadas intensificando la fuerza hasta que me vi obligado a decir:
-Es viernes Juli- en aquel momento abrió su ojo izquierdo como diciendo: ''¿Por qué no lo has dicho antes?''

sábado, 9 de abril de 2011

Capítulo 2 La Vecina parte 4

Pues ahí me encontraba yo, esperando el ascensor una vez pulsado el botón, era un ascensor sin duda viejo, de modo que escuchaba su crujir al aproximarse al décimo piso. No estaba del todo seguro si debía bajar pero el impulso de un adolescente a veces es más fuerte que la conciencia, y no sólo en adolescentes.
Miré mis converse grises y levanté dos veces la punta de las pies hacia mí, iba elegante, pero mis converse nunca fallaban. De repente sonó el característico ruido de su llegada, comenzaron los nervios al abrirse las puertas y más aún al verme reflejado en el espejo de éste. Me veía flaco, otra razón para ir al gimnasio, vestido como Dios manda y sobretodo inquieto, amedrentado. 
Esperé unos segundos hasta que las puertas del ascensor se cerraron, y me quedé ahí de pie sin mover un ápice. Aquella estancia entre la puerta del apartamento y la del ascensor era alumbrada mediante esos modernos sistemas de domótica de luz ante la detección de movimiento. Fue precisamente por ello que la tenue luz de la estancia se oscureció lentamente, dejándome aún más solo de lo que estaba. Lo único que cambió en esos instantes fue mi rostro, pasando de pavor a decepción. 
El botón del ascensor volvió a encenderse tras presionarlo, las luces lo semejante segundos después. Subí en el ascensor sin pensarlo 2 veces y apreté el 1. 
-¡Joder!- grité a mi mismo a la vez que presionaba el 8. No me dirigía hacia el primer piso, sino al piso de Mariana. Un poco tarde de modo que di un doble paseo en ascensor a mi edificio. Primera parada: primer piso, se abrieron las puertas e inmediatamente le di a cerrar para no perder más tiempo. En ese abrir y cerrar de puertas escuché la voz del portero:
-Uy Gonsalito tengo como hambre- Últimamente la confianza entre Ríos y yo, como el refrán (que como siempre llevan razón) daba asco. Permanecí callado y esperé a que se cerraran fingiendo no haber escuchado aquello.
Segunda parada: Octavo piso. De nuevo nervios, pero esta vez no me quedaría congelado. 
Caminé los 8 pasos que me separaban de la puerta. Subí el cuello de la camisa y la metí en mis pantalones. La hora de la verdad.
Miré la hora en mi reloj, 7:25, a estas alturas o era una atleta olímpica o ya debería haber vuelto del gimnasio. Olí mi jersey impregnado en aroma Polo Ralph Lauren, retuve la respiración y apreté el timbre.
La espera eterna por la que muchos hombres habrán pasado alguna vez, quizás muchas. Aquel pensamiento me entretuvo hasta que se abrió la puerta. Un armario de dos metros vestido de negro y con cara de pocos amigos me miró de arriba abajo mientras se rascaba la barbilla.
-Suelen ser más altos- dijo aquel guardaespaldas con desprecio mientras clavaba sus ojos en los míos como un pulso. Esperando así a que yo retirara la vista primero.
Abrí la boca sin saber siquiera cual sería mi réplica ante aquello, las palabras no fluyeron y en aquel instante la puerta se cerró de bruces en mi cara con un estruendo que dejó mis oídos noqueados durante un breve espacio de tiempo.
¿Qué que hice en ese momento?
Permanecer quieto y esperar a que las luces de detección hicieran el resto. Quizás la puerta se abriría nuevamente y el mismo que me cerró en las narices se disculparía, pero eso sólo pasa en las películas muy a mi pesar. Exhalé una bocanada de humillación, di media vuelta y presioné nuevamente el botón. El mismo que no debí apretar unos minutos antes. 
Entré por enésima vez aquel día al ascensor y le di al uno.
-¡Ostia!- fue la palabra que salió de mi boca tras equivocarme de nuevo en lugar de pulsar el 10. Tercera visita por el edificio Entrepinos.
A pesar de haber sido recibido con semejante hospitalidad no me rendiría tan fácilmente, mi estatura no sería un impedimento.

viernes, 8 de abril de 2011

Capítulo 2 La Vecina parte 3

Preguntarle su nombre, donde estudia, su edad… Las cosas que ya sabía y el portero no querría repetir. Lo único que esperaba es que le gustaran los españoles.
Corrí hacia el armario imaginándome que ropa le gustaría ver puesta en mí, siempre he vestido bien pero decidí rebajarme al punto de pedir consejo a la maestra de maestras, mi hermana, cuya exquisitez en la vestimenta siempre era aclamada por todos.
-¿Vero tienes un momento?- le pregunté tímidamente con la cabeza bajada demostrando rendición o al menos tregua ante la auténtica pelea que había surgido entre nosotros. Somos hermanos, si alguno de ustedes tiene hermanos entenderá que es pura rutina.
Verónica siguió leyendo su revista con la mayor indiferencia posible, como un juego de niños. Sin embargo parecía que aquel sería el día oficial de rebajarse, mi orgullo estaba en liquidación. Es curioso que los hombres sólo somos capaces de ello por las mujeres y por la familia por supuesto.
De nuevo insistí diciendo:
-Verus por favor, te necesito- aquel diminutivo había sido su denominación desde muy temprana edad, y a estas alturas significaba afecto.
-¡¿Qué quieres?!- respondió con un tono pausado y elevado, sin retirar la vista de las fotos de la revista Hola.
En aquel instante pasé a un plan b, la estructura del primer plan se basaba en llegar con cara de capitulaciones en la frente y poner cara de no haber roto un plato en la vida. Esperando de esta manera algún tipo de clemencia por parte de mi hermana. Sin embargo improvisé la siguiente frase desviándome del esquema planeado.
-Nada, tenía ganas de verte- lo cual sonó un tanto absurdo ya que  vivíamos a escasos 10 pasos, a lo sumo.
-No has respondido a mi pregunta, ¿qué quieres?- había descubierto mis intenciones sin apenas levantar la vista del papel. Me dije a mi mismo cuan perceptible era.
-Necesito tu estilo durante 5 minutos, es por una buena causa- añadí esperando que tomara en consideración aquello. 
Ésta vez levantó la vista para examinarme minuciosamente de arriba a abajo. La radiografía más rápida de la historia.
-¿De qué se trata? ¿Amigos? ¿Novia? ¿Suegros? ¿Ex-novia?- preguntó Vero para así encauzar la idea de la vestimenta a elegir. Lo tomé como un sí, y pensé durante unos segundos mi respuesta, la verdadera sería: desconocida, vecina, o amor platónica 
-Futura novia- respondí inseguro mirándola a los ojos, enviando un mensaje subliminal que sólo se podía interpretar de una manera.
-Vamos a tu armario-dijo Verónica a la vez que me guiñaba el ojo y cerraba su revista.
Tras unos 20 minutos probando una gran cantidad de ropa y arrugando otro tanto quedé frente al espejo con un jersey negro, bastante pijo como hubiéramos dicho en España, unos vaqueros nuevos de Armani Jeans y la camisa que me puse para la confirmación de mi hermana y la preferida de mi madre. Siempre solía soltar algo cuando me veía con ella puesta, algo como:
-¿Para donde vas tan guapo con esa camisa?
Y esta vez no iba a ser menos, así que crucé rápidamente el salón con los ojos cerrados, inútilmente ya que el sexto sentido de madre le haría verme en el último instante.
-¿Vas a salir Gon? ¿Por qué tan guapo?- todo lo que quería evitar acababa de pasar, no era tan grave sin embargo debía evitar acercarme porque el perfume me delataría.
En condiciones normales la respuesta sería: al piso de abajo, pero existía una alta probabilidad de que mi madre se burlase de mí por ir más elegante y bañado en perfume al apartamento de mi vecina que a mi primera comunión.
-Nada mamá, ya vuelvo que voy con prisa-

sábado, 2 de abril de 2011

Capítulo 2 La Vecina parte 2

En el transcurso de aquel gran día que mi cabeza había predicho en un comienzo, me di cuenta, que aunque parezca improbable, las tías buenas se mudan, y lo que es imposible es que se muden a tu edificio.
Pues sí, me había tocado la lotería sin duda. 
Susurré su nombre para mi mismo repetidas veces, Mariana, Mariana, Mariana… Tantas cosas haría con ella, ir al cine, sacarla a cenar, ir a un bar, a bailar, ver películas, dedicarle canciones, componérselas, darle rosas, regalos, escribirle cartas.
Un momento, me dije a mi mismo bajándome ipso facto de la nube en la que permanecía. Yo tenía novia.
Sin embargo aquel sentimiento de culpa fue tan leve como pasajero. Y pocos instantes después ya había sido sustituido otro completamente diferente, que más que sentimiento yo lo definiría como impulso físico. Debía conocer sus horarios para así, encontrarme con ella ''por puro azar'' en los ascensores. Comencé a su vez a buscar el gimnasio ''bodytech'' más cercano en Rosales.
La caza furtiva había comenzado. Y en este caso, era un ejemplar único en peligro de extinción. Y como mi padre solía decirme: ''Cuando un Llanes se propone algo, lo consigue''. 
Con aquella mentalidad competitiva había sido criado yo. La palabra más detestable para mi padre es ''mediocridad''. 
-Tienes que ser el mejor  en todo lo que hagas, esta sociedad es una jungla, en la que sobreviven los más fuertes- exageraba mi padre rozando incluso el darwinismo. 
Nunca le gustó la idea de que yo tuviera novia. En su opinión a esta edad yo debía tener ''amiguitas'' según él, no le gustaba que yo me distrajera tanto o perdiera el tiempo escribiendo cartas o gastándome la paga en cenas apenas teniendo 16 años. Ya tendría tiempo para fundirme la tarjeta de crédito en mujeres más adelante, o mejor dicho que se la fundieran.
En conclusión aquel 20 de febrero, no había sido un día más como cualquier otro, y daba gracias por ello y aún más por tener semejante vecina. Sin embargo no había sido un día memorable, y fue por ello que llené de coraje mi pecho y decidí bajar a su casa cuando hubiese llegado del gimnasio. Así que me quité el uniforme, y me puse una ropa más decente ya que la ocasión lo ameritaba a pesar de ser un jueves. Una vez listo, llamé de nuevo a Ríos, quien por mucha comida que le diera yo, debía estar un tanto harto de mi.