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martes, 12 de abril de 2011

Capítulo 3 Viernes Parte 1

Capítulo 3 Viernes

Gonzalo Llanes Gregory
21 de febrero 2011
Rosales, Bogotá Colombia

Era viernes por fin, nunca creí haberlo deseado tanto. Necesitaba salir con mis amigos, descansar mis incesantes pensamientos centrados en una sola cosa. Con un poco de suerte conseguiría olvidarme de como se estrelló la puerta a escasos centímetros de mis narices pocas horas después de conocer a la colombiana más espectacular que jamás había visto. Y no cualquier puerta, su puerta.
La noche anterior había tenido pesadillas con ese guardaespaldas, repitiendo constantemente en mi cabeza aquella frase, ''Suelen ser más altos''
-Desgraciado- le maldecía para mis adentros mientras me ponía el uniforme antes de salir con ese frío matutino de Bogotá que erizaba hasta el último de los vellos de mi cuerpo.
Al parecer dormir no había sido excusa para dejar de pensar en aquello, desafortunadamente todo lo contrario. No era necesario decir que había pactado conmigo mismo, el silencio de lo sucedido. No obstante hablar a mis amigos sobre la existencia de mi vecina sería lo primero que haría al verlos. Pero ellos no creyeron en nada de lo que ansiaba tanto contar. Algo ciertamente comprensible, ya que mi descripción sobre ella quizá habría sonado un tanto ficticia. Es cierto que exageré con comentarios tales como:
-¡Vaya delantera, vaya culo y vaya todo! Hacédme caso que nunca habéis visto algo así- 
Yo tampoco lo hubiera creído y fue por ello que invité a uno de ellos, Julián, esa misma tarde a subirnos al ascensor las veces que fuera necesario. Valdría la pena sin duda. Éste aceptó.
-Como no esté la mitad de buena de lo que supuestamente dices, ya puedes ir invitándome a una cerveza esta noche, una no, dos- dijo Julián desafiante. Su afición por las apuestas era ya sospechosa, incluso preocupante sumando el hecho de que su porcentaje de victorias era considerablemente menor al de derrotas. Mi mejor amigo apuntaba a ser el típico sujeto con la entrada prohibida en sitios de apuestas.
Transcurrió el día y como todo viernes, permanecimos toda la jornada planeando que haríamos aquella noche. Todos coincidíamos en una cosa, hoy a ''rumbiar'' a la T, que quien haya vivido en la capital sabrá perfectamente donde nos dirigíamos.
Siempre me desconcertó la Bogotá de esos años. Sin duda el único país en el que al salir a calle podrías ver una frutería de cuatro pisos, con más aparcamientos que su propio aeropuerto. Y lo que lo hace aún más extraño, una discoteca en el último piso. Una extravagancia probablemente posible mediante el excesivo dinero del narcotráfico que debía ser ''lavado'' de una manera u otra. Sin embargo desconozco las fuentes de ingresos de tan famosa frutería, quizás fueran gente honesta. Lo cual no solía ser un rasgo inherente aquí por desgracia, y como consecuencia se había generado una desconfianza social para nada beneficiosa para el país. 
Fruterías con capacidad para tantos vehículos que tengo mis serias dudas de que jamás hayan llenado si quiera el primer piso de aparcamientos. ¿Dónde más encuentras esto?
Es irónico pero allí pretendíamos salir aquella noche, ya que era un sitio de moda. Se encontraba a gran altura y estaba provisto de una estupenda terraza, cuya mayor ventaja eran sus vistas.
Sonó la campana a las 2 y 20 como cada viernes, momento en el que abandoné toda sensación de cansancio. Es asombroso como un adolescente puede cambiar su estado anímico con tan sólo escuchar a lo lejos la palabra ''viernes''.
-Vamos tio, ¿me oyes? ¡Qué vamos he dicho!- le grité a Julián cuando la ruta se paró enfrente de mi edificio. Era inútil, éste se encontraba en un estado que estaba más cerca del coma que del sueño. 
Comencé a darle bofetadas intensificando la fuerza hasta que me vi obligado a decir:
-Es viernes Juli- en aquel momento abrió su ojo izquierdo como diciendo: ''¿Por qué no lo has dicho antes?''

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