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La historia en este blog es pura invención de su creador
NO confundir con un diario basado en experiencias autobiográficas

martes, 14 de junio de 2011

Capítulo 5 La lista parte 5

-Ésa- señaló Milton con el dedo índice a una de la lista.
-No tio, si la hacemos no salimos vivos de aquí-argumentó Julián mirando de reojo al negro.
-Estoy de acuerdo, mejor ésta- dijo Víctor apuntando a una línea de la lista mucho más abajo que la previamente señalada.
Tras una larga discusión de 5 borrachos decidimos hacer la 27, a pesar de conocer las consecuencias que acarreaba que nos pillaran. Sin embargo durante el transcurso de la noche, la meta en la cual habíamos quedado se nos olvidó por completo.
No obstante la conciencia de riesgo cambia radicalmente con alcohol recorriendo las venas después de unas copas. Sin embargo esta ''conciencia'' era en vano tras escuchar una frase, una frase que cada vez que sonaba en una conversación de mis amigos y mucho peor delante de amigas traía desastrosas consecuencias. Una frase que cada vez que sale de la boca de alguien se produce un gran silencio y posteriormente suceden cosas que en la minoría de los casos tienen el resultado esperado en un primer momento, esta frase, que ya tendréis curiosidad por conocer es  inconfundible:
-No tienes cojones de quitarte la camisa- dijo Julián en alto retando a Víctor. Acababa de enunciar las palabras mágicas capaces de hacer de un amigo elegante y tranquilo en un borracho sin camisa con aquel viento golpeando la terraza al punto de erizarme los vellos.
-Uuuhh- respondimos el resto al unísono, parecía que toda la fiesta había dejado en aquel instante lo que estaba haciendo y se había unido al coro para desafiar aún más a Víctor.
-¿Qué no tengo cojones? Me sobran- respondió Víctor mientras se desabrochaba los botones de su camisa oscura de rayas.
-Venga vosotros también, no seáis tímidos- dijo Montes uniéndose al recién semidesnudo, y tirando su camisa a la silla.
-Esta gente no nos vuelve a invitar a sus asados- añadí mientras movía mi cabeza de lado a lado con resignación y acto seguido me quitaba la camisa.
-Yo no me la quito por el frío- dijo Julián con rostro de indecisión, se había echado atrás.
-Julián es un marica- gritó Milton para que todos lo escucharan y al mismo tiempo la demás gente notase que nos faltaba la mitad de la ropa.
Tras repetir numerosas veces la frase ''Julián no tiene cojones'' éste accedió como cabía esperar y más aún con las chicas de la terraza expectantes. Sin embargo lo que parecía iba a ser una noche prometedora acabo siendo una huida por la puerta de atrás. Julián se pasó de la raya con la novia de otro chaval de allí, todo gracias a la famosa frase: ''no tienes cojones'' ya no nos extrañaba de él, siempre bailando con la chica equivocada en el momento equivocado. Acudió a nosotros y por supuesto nosotros a defenderlo. Aquel día no estaba Javi, no obstante la tardanza de Edgar fue más que oportuna ya que nos permitió salir de allí en su coche y con su escolta frente a lo que pudo ser una paliza, no hacía falta ser experto en matemáticas para saber que 20 pueden con 5, a pesar de tener a un negro cubano en nuestras filas.
Éste había llegado a la fiesta y se había encontrado con 5 borrachos (unos más que otros) sin camisa, alguno que otro sin pantalones, siendo separado de un grupo que quería partirles la cara. En un primer momento quiso meterse a la pelea pero también hizo la cuenta y optamos por salir más rápido que Forrest Gump en los San Fermines. Y así fue, nos quedaba en la lista la de meternos en una gran pelea y salir vivos claro.
Faltaba Edgar por quitarse la camisa así que para estar todos en el mismo tono se la quitó el resto del trayecto.
-¿Vamos todos a mi casa no?- sugirió Montes con camisa en mano.
-Sí, hay que reposar para poder deshacernos de alguna de la lista mañana- dijo Julián haciendo que Edgar cambiara el rumbo.
Llegamos como pudimos y tras varias peticiones rechazadas de otra gente conocida y consumir dos estantes enteros de cerveza de la nevera acabamos durmiendo en el sillón y Montes el único en una cama.
-Todavía nos queda mañana- fue lo último que añadí antes de quedarme profundamente dormido en la peor posición para mi espalda.

sábado, 4 de junio de 2011

Capítulo 5 La lista parte 4

Semanas de espera para aquel instante y lo único que ansiaba era una siesta de esas que te levantas y crees que han pasado días. Era lo justo para mi cuerpo dado que no lo dejaría descansar en las futuras 48 horas, (o eso creía yo). 
8 de la tarde, abro los ojos y me encuentro tumbado en la misma posición de hacía cuatro horas casi con la mochila puesta y Ulysses acurrucado a mi lado.  
-Joder- me dije en voz baja tras mi intento fallido de incorporarme.
La contractura de mi espalda acababa de crujir como madera vieja. Ducha, maleta y un taxi. 10 minutos después estábamos comprando suficientes cervezas para llenar la nevera, y 10 minutos después de meterlas en ella estábamos de nuevo en el supermercado, ésta vez a por comida, ya que nuestra dieta esas 48 horas era a base cervezas. 
-Mete esto ahí abajo Goncho- me dijo Julián mientras me pasaba las bolsas de patatas.
En el instante que me agaché mi espalda terminó de joderse, pero preferí callármelo para no desanimar al personal.
-Bueno chavales, ¿nos vamos al asado no?- dijo Víctor frotándose las manos, imagino que por la satisfacción de comer gratis y además de ello en una terraza ajena.
10 minutos después nos encontrábamos en la puerta del edificio peleándonos para pagar el taxi y pasados otros 10 le estábamos quitando los cigarrillos de las manos a Víctor que se había propuesto dejar de fumar y estaba en nuestra lista de cosas que hacer. 
''Que Víctor deje de fumar''
-Déjale que fume si quiere- le dijo Milton a Montes mientras se encendía uno en las narices de Víctor con la única intención de incitarlo aún más.
Y comienza de nuevo el reggaeton, no obstante pasadas 3 cervezas y una chica con ganas de bailar acaba siendo tu música favorita mientras te dura el efecto. Sin embargo si tomaba algo más que cerveza esos efectos se volvían secundarios haciéndome cantar fervorosamente cada una de ellas. Escuchar ''La Mega'' a las 6 de la mañana tenía que tener alguna mísera ventaja y en mi caso era sabérmelas todas de arriba a abajo, pero nada comparado con lo de Julián el cual se volvía el alma de la fiesta con dos aguardientes adentro. Víctor no necesitaba un trago, su forma de moverse era una improvisada mezcla entre caminar descalzo en un suelo en llamas y matar moscas con las manos. Sin embargo lo de bailar nunca fue ningún obstáculo entre mi amigo y las mujeres, él siempre lanzado como una bala.
¿Qué solía ocurrir? Rechazo en la mayoría de los casos variando la intensidad de la ostia recibida. 
-Alguna tendrá que caer, es estadística- repitió cuando se sentó a mi lado tras recibir una cachetada en la cara por manosear a una chica mientras bailaban. 
-Ten cuidado, haber si lo que va a caer va a ser otra ostia- le respondí a carcajadas mientras no tomábamos en las sillas de la terraza la enésima cerveza. 
Había perdido la cuenta, llevaba un rato ahí descansando, ya que después de un par de canciones mi reúma me estaba matando. Eso y el reggaeton eran mi inyección letal. Me entretenía viendo bailar y hablar a Montes con las chicas que acabábamos de conocer, me reía en solitario cuando miraba las caras de asombro e ingenuidad de las recién conocidas ante las historias que estaría contando éste. En ese punto de la fiesta mi colega Montes le había dicho a la mitad de las mujeres en esa terraza que era estudiante de derecho de la complutense, nuestra estrategia de los viernes por la noche.
Mientras tanto Julián estaba con Milton y unas chicas:
-Vamos negro, enséñales quien es Buzz Lightyear- dijo Julián señalando al cubano. 
Éste tenía un extraño don de sacar los omoplatos hasta asemejar un par de alas, lo cual impresionaba bastante la primera vez que lo veías, nosotros estábamos hartos del mismo truco.
Al parecer esas eran las 2 estrategias de aquella noche, universitarios españoles y buzz lightyear, además de ello teníamos una lista de frases para darle realismo al personaje o para rematar la faena. Frases que más adelante comentaré, era gracioso pero todos teníamos una.
-Si alguien pregunta somos todos de la facultad de derecho, no se os ocurra decir que somos estudiantes- nos recordó Montes a la vez que se sentaba y le quitaba la cerveza a Víctor de la mano.
-Eso no hace falta mencionarlo tío- dijo Julián mientras tomaba otra silla y la colocaba frente a nosotros
-Bueno que, ¿no íbamos a hacer algo de la lista?- dijo Víctor dando un par de palmaditas. 
-Sí, pero llamemos al negro primero- añadió Montes.
-Aquí estoy, viejo- dijo Milton tras dejar una pobre chica bailando más sola que la una.
-Veamos cual- respondí mientras sacaba de mi bolsillo la lista.

martes, 31 de mayo de 2011

Capítulo 5 La lista parte 3

Jueves, de nuevo un día eterno por el mero hecho de estar entre medias del miércoles y el ansiado viernes. Y no cualquier viernes, como ya explique previamente. Un jueves sin pena ni gloria, un jueves más una vez mi reloj marca las 6:00 am, ducha fría para despejarme, desayunar, correr a la ruta. Como no, acordarme en el ascensor de algo que me he olvidado, volver a subir, bajar, llegar a la ruta, ver mi sitio ocupado por el cuerpo inmóvil de Majo y posteriormente moverla a duras penas como un muerto. Tampoco podían faltar los ronquidos in crescendo de Julián, que sólo se detenían momentáneamente tras los golpes recibidos en la sien cuando la ruta atravesaba un hueco, la insoportable música de Andrea saliendo de sus cascos que le estaba perforando los tímpanos, y para terminar la faena, la cadena de radio ''La Mega'' al máximo matándome con reggaeton desde las 7 de la mañana. Aquello más que una ruta escolar parecía una chiva.
 Lo más curioso no era el hecho de escuchar semejante música a semejante hora, que ya de por sí es extraño, sin embargo el hecho de ver niños y niñas de poco más de 7 años tarareando o incluso cantando versos de este género (los cuales no cambian en contenido sino en el orden de las palabras) era ya demasiado. Versos como: ''Mami pon la webcam'' o ''que la voy a mandar pa' intensivo'' puestos en boca de chicos y chicas, algunos de ellos ni siquiera llegados a la pubertad, imaginaos la situación.
 Por Dios yo a esa edad no escuchaba música, tenía otras preocupaciones acordes a mi tamaño.
-¿Dónde está la cámara oculta?- me preguntaba cada mañana cuando me encontraba con aquel panorama matutino, quizás el más insospechado con el que me he encontrado a las crudas 7 de la mañana.
No obstante había mantenido la cordura este tiempo gracias a mis cascos sony con los cuáles me encerraba en mi música contrarrestando el ''perreo'' con indie rock, sólo antes de las 8 de la noche. 
Sin embargo aquel día era otro jueves cualquiera, era el jueves antes de Quito y por desgracia había dejado mis cascos negros en la portería tras la charla social con el portero. Por fin aparcó la ruta y cesó mi tortura. Suena el timbre y llego directo a sentarme porque hoy íbamos con retraso.
De repente una mano me da dos golpecitos, es Montes, quien si no.
-Hemos pasado la lista a limpio- me dice sonriente mientras mete la mano en su mochila dispuesto a sacarla.
-Genial tio pero aquí no, acuérdate de lo que pasa si alguien abre esa lista- respondí recordándole los riesgos que corríamos por andar con aquella lista a todas partes.
-Te va a encantar, ya verás- añadió Milton guiñándome el ojo.
Ambos se sentaban juntos y detrás mío. Y por si fuera poco, Víctor un sitio a la derecha del negro. Lo cual tenía más desventajas que ventajas.
Tres arduas horas de física, inglés y mates antes de poder ver la versión 2.0 de la lista. Sin embargo no sería la última actualización de ésta ya que yo había dado con otras metas la tarde anterior que debían estar sin duda en esa recopilación.
-Antes de enseñármela, mira las que se me ha ocurrido añadir- le dije a Milton mientras sacaba un papelito de mi bolsillo y le extendía la mano.
-Papi no entiendo tu letra- respondió el cubano sin levantar la vista del papel con cara de chupar limones.
-¿No entiendes o no sabes leer?- le pregunté irónicamente mientras le quitaba el papel de la mano y acto seguido le leí todas y cada una de ellas.
-Por lo menos dos, las hacemos mañana, se lo diré a Julián- añadió cogiendo el papelito y besándolo.
Lo cierto era que estábamos muy entretenidos con aquella lista, y no pararíamos hasta que estuviera completa. Ése fue la frase que invadió mi cabeza y permaneció ahí hasta el viernes a las 3 y 15 exactas. Suena el timbre, empieza Quito.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Capítulo 5 La lista parte 2

Tenía ideas para la lista escritas por todas partes, en mis cuadernos, en las notas del móvil, en el ordenador. Cada vez que una nueva pasaba por mi mente la anotaba en el primer sitio con el que se encontraban mis ojos, incluso en mi mano. En total podían ser más de 80 quizás, sin embargo haría una cuidadosa selección eliminando de esta manera por lo menos la mitad de ellas. Decidí no contarle a nadie de aquello. Ese mismo día mis amigos ya conocían mis intenciones y por supuesto mi novia también. A pesar de hablarles de aquello, jamás le enseñé a nadie la lista. 
-¿Y cómo has llamado a la lista?- me preguntó Montes a quien la idea de lograr todas esas metas en un par de meses le entusiasmaba enormemente.
-El título es lo último que se escribe tío- respondí dándome cuenta que no le había puesto aún un título.
Aquella frase la había visto salir de la boca de mi madre en centenares de ocasiones. Solía repetírmela siempre que comenzaba un nuevo libro cuando era un crío ya que antes de escribir una línea siquiera, ya llegaba corriendo a mis padres a decirles que ya tenía el título de mi nuevo ''éxito''. Yo era un auténtico fan de los libros de ficción de elfos, gigantes, trolls y otros elementos fantásticos con los cuáles escribía cuentos cortos a una temprana edad. 
Pasados ya unos años, cambié ''El señor de los anillos'' por otras películas como ''Infiltrados'' o ''Taxi driver'', ambas de Martin Scorsese y otras del mismo género como ''Pulp Fiction''
Bueno pero sigo con la lista, no sólo fui yo el único cerebro de este plan, a menudo mis colegas llegaban llenos de júbilo a ponerme al corriente de una nueva ''cosa que hacer''. Y yo posteriormente daba mi aprobación o por el contrario rechazaba como una visa en el departamento de inmigración.
Tenía apenas 2 meses para poner una cruz al lado de cada una de las metas. Así que tenía que ponerme las pilas.
-¿Por qué no comenzar desde aquel miércoles?- me preguntaba para mis adentros.
Al fin y al cabo cada día que pasaba era un día perdido, y a decir verdad tenía ganas de estrenar aquella lista.
-¿Hacemos una hoy?- me preguntó Milton mientras caminábamos por los pasillos adivinando así lo que yo estaba pensando.
Me giré y asentí, di por hecho que el también quería y de inmediato me puse a pensar cual podría ser. Las primeras eran imposibles de llevar a cabo en el colegio de modo que decidí empezar por la sexta.
Podía meterme en un buen lío si las cosas se ponían feas intentando aquello.
Sin embargo pensándolo dos veces aquel iba a ser el fin de semana de ''Quito'' y podría deshacerme de la mitad de los quehaceres, de modo que decidí iniciar pasados dos días. El sobrenombre de ''Quito'' no era precisamente porque todos cogiésemos un vuelo con destino a la capital de Ecuador. Habíamos decidido llamar de esta manera al siguiente fin de semana debido a la ausencia de los padres de mi colega Montes durante esos 3 días, los cuales pasarían en Quito.
¿Y nosotros? Los 3 días metidos en aquel apartamento, haciendo cualquier cosa menos dormir, y mucho menos limpiar. Imagino las caras de espanto de sus padres el domingo a su vuelta. Pero, salvo Montes, todos habríamos desaparecido ya para cuando ellos pusieran un pie en Bogotá.
-Tenemos todo el ''finde'' de Quito tío- me dijo Julián en el comedor tras proponerle la idea que previamente me había sugerido el cubano.
-Julius tiene razón, paciencia- corroboró Victor que se sentaba frente a mí en la mesa del comedor.
A Victor no le había mencionado hasta ahora, no obstante su poca participación hasta el momento no le resta protagonismo ya que se había convertido en pocos meses en uno más del grupo. Otro hooligan de pies a cabeza.
Al parecer todos coincidíamos en comenzar ese mismo viernes, el viernes con el que acabaría con alguna metas de la lista. Con la ayuda irremplazable de Juli, Montes, Edgar, Victor y el negrito. El fin de semana de Quito sería monstruoso y seguramente alguno de nosotros llegaría acompañado por la noche o peor aún no llegaría. Sin embargo eran riesgos que estábamos dispuestos a correr.
Era tal el entusiasmo que suscitaba el solo hecho de decir ''Quito'' que cada vez que esto sucedía nos mirábamos unos a otros, se nos ponía cara de tontos y lo único que salía de nuestra boca eran frases tales como: ''Uf Quito tío'' o ''¡Dos días!''
No obstante las caras de retrasados estaban justificadas, solo por esta vez.

domingo, 22 de mayo de 2011

Capítulo 5 La Lista

20 de abril de 2011

Ha pasado unos 2 meses de exámenes tras la última partida de póquer con aquel dulce sabor de boca final para mí y amargo para Milton. Éste tuvo que salir corriendo tras su novia o más que correr  perseguirla bajo la lluvia dejando las fichas sobre la mesa. ¿Y nosotros? Viéndolo correr desde mi terraza.
Sólo pensaba en que me gastaría aquellos 180 mil pesos, aunque a decir verdad, 100 de ellos ya estaban adjudicados a una cuenta pendiente que tenía con alguien. Una historia que ya os contaré.
Tras los sucesos del sábado el cubano no volvió a jugar con nosotros en un largo tiempo, de hecho, conmigo nunca más ya que yo me iba de este país en poco más de un par de meses. 
En conclusión aquellos últimos días de abril y la totalidad de los meses de mayo y junio apuntaban a ser más intensos que el resto del año entero como consecuencia de mi futura partida en escasos 65 ó 66 días.
Era tal mi ansia de despedirme memorablemente de este lugar, mi hogar durante los pasados 2 años, que había ido escribiendo a lo largo de las tardes de aflicción y decaimiento ante la idea de partir, una lista de cosas que hacer antes de irme. Unas fáciles, otras no tanto, para otras necesitaba segundas o terceras personas, unas casi imposibles de lograr y por último unas un tanto obscenas que no nombro aquí ya que limitaría enormemente el público hacia quien dirijo este relato. Al lado de cada una de ellas puse un cuadrado en blanco, y si conseguía poner una cruz en todos los espacios junto a los objetivos de la lista podría irme habiendo cumplido mi parte y por lo tanto en paz conmigo mismo.
Sin embargo se me iban ocurriendo cada vez más metas a medida que pasaban las hojas del calendario a una velocidad espeluznante que sólo demostraba la fugacidad y lo perecedero del tiempo una vez sabes la fecha de tu partida. Hacía muy poco tiempo que había aterrizado un 12 de septiembre de 2009 en el aeropuerto de ''El Dorado''. Y ahora me encontraba casi a mediados del 2011.
Creí estar seguro de volver a España y dejar atrás todo lo vivido aquí, todas las personas que conocí, grandes amigos o más que amigos hermanos, algunas mujeres pero sobretodo una, parte de mi familia y una parte de mí. Lo enterraría todo en el recuerdo y a pesar de estar tan latentes en aquel tiempo, tarde o temprano se irían difuminando hasta que mi estancia aquí sólo fuese una mera anécdota. 
No obstante habían sido 2 años sin ver a mis amigos de toda la vida, sin salir a la calle con la absoluta certeza de que nada te va a pasar, sin almorzar cada fin de semana en casa de mis abuelos, y lo más doloroso, sin ver a mi Atleti cada domingo en el Calderón. Y como no, 2 años de levantarme a las 6 de la mañana en lugar de a las 8 y media, hora que consideraba temprana hasta aquel lejano 12 de septiembre.
No es nada nuevo que el desaparecer 2 años enteros propicie en mayor o menor grado un olvido por parte de tus amigos, lo cual era otra de mis fuentes de sufrimiento. ¿Se habrán olvidado mis amigos de mí? Era la pregunta que me hacía cada vez que hablaba con ellos y no tenían ''nada'' que contarme. En un principio parecía que yo seguía allí, hablaba constantemente con la mayoría de ellos, sin embargo nos fuimos alejando cada vez más a medida que pasaba el tiempo y yo sin saber siquiera cuando volvería. La respuesta a esa pregunta solía ser: ''Ellos habrán seguido su vida''
Es curioso y al mismo tiempo devastador el hecho de que necesites estar alejado de tu país para sentirte parte de él y orgulloso de éste. El patriotismo en mi caso fue proporcional a la distancia de mi casa de toda la vida al apartamento al otro lado del atlántico en el que soñaba con volver. Jamás se me hubiese ocurrido colgar una bandera de España en mi habitación, además es más que probable que me hubiesen tildado de ''facha''. No obstante aquí tenía una bandera de tales dimensiones que casi no cabía en la pared. Con las inconfundibles franjas rojas y amarilla, y el magnífico escudo de España.
Mi cuerpo me pedía humor español, el cual es muy nuestro y siempre diremos que es el mejor del mundo. Es cierto que el humor colombiano es a su vez gracioso, pero es tan diferente que jamás logré adaptarme del todo a éste.
Sin embargo tras estas líneas es probable que penséis que vivir en Bogotá este tiempo había sido una auténtica tortura, todo lo contrario, había sido una experiencia que describiría de tantas formas y por qué no decir que fue irrepetible. Y duele conocer la imagen que tienen en consideración muchos europeos sobre Colombia y otras regiones sudamericanas generalmente, unos prejuicios acompañados de ignorancia que intenté sanar siempre que pude. Lo volvería a repetir sin dudarlo un instante. O como dicen Fito & Fitipaldis, ''me equivocaría otra vez''

martes, 17 de mayo de 2011

Capítulo 4 Apuesta parte 6

Aquello había pasado de viernes de póquer a película de terror desde que había abierto la puerta. Clavó sus ojos oscuros en los míos desafiándome a aguantarle la mirada, evidentemente se la quité porque tenía escrito en la frente en mayúsculas: ''Novia celosa y controladora dispuesta a joder al que se ponga delante''
-¿Está Milton ahí verdad?- me preguntó con el ceño fruncido señalando con el índice el interior de mi apartamento cortando el silencio en dos. 
Ni un mísero ''hola'' por su parte, no era una buena señal. Asentí con los ojos entrecerrados tras cavilar unos segundos mi respuesta. No valía la pena mentir a aquella psicópata sabía perfectamente que estaba ahí y sólo quería confirmarlo.  
De repente se apagó la luz del pasillo del ascensor como solía pasar tras unos segundos sin detectar movimiento dejándonos a oscuras. El momento perfecto para cerrarle la puerta, seguir mi partida de póquer y decirle a Milton que se habían equivocado.
-¿Quieres una cerveza o algo?- le pregunté educadamente intentando reducir el nivel de tensión en el ambiente.
-¿Hay viejas aquí con ustedes verdad?- respondió con otra pregunta. Mal rollo* me dije. Esta vez al levantar el brazo para señalar de nuevo adentro se encendió nuevamente la luz del pasillo.
Pensé de nuevo la respuesta que le diría, iba a decir que de mujeres sólo estaba Montes lo cual sería un chiste fácil y no era el momento para bromas. Opté por negar con la cabeza. No pareció conformarle mi respuesta a sus descontrolados celos en aumento.
Pasó de largo apartándome del camino, parecía tener las palabras contadas para el sermón que le echaría al negro. 
Iba directa hacia su objetivo que permanecía en su sitio tranquilo, todavía no sabía quien había llegado, de haberlo sabido de antemano se hubiera tirado por la terraza sin pensarlo. Iba decidida sin saber siquiera donde se encontraba el salón y subió las escaleras al segundo piso.
-¡Eh!-le grité para que diese media vuelta, en cuanto lo hizo le señalé el salón con el pulgar. Pensándolo bien la gente pagaría por ver la cara que pondría Milton cuando viese quien se había pasado a saludar. Y yo iba a estar en primera fila para verlo, y el resto lo contemplarían desde el cristal de la terraza ya que Montes había corrido a contarles lo que se venía.
Un ''gracias'' por su parte hubiera sido lo mínimo pero sino había saludado siquiera, era aún más improbable un agradecimiento.
Me adelanté hacia el salón mientras ella bajaba las escaleras a toda prisa. 
Milton se asomó y al verme venir me preguntó:
-¿Quien era?- con aquel acento tan característico y despreocupado.
Una vez más pensé mi respuesta y por tercera vez consecutiva opté por permanecer callado ya que instantes después lo descubriría él solo.
El sonido de los tacones cada vez más cercanos le dio una pista al cubano. Cuando su novia puso un pie en el salón el rostro de Milton cambió de negro a blanco en un segundo, pálido y con la boca abierta por la conmoción. Acto seguido me miró y en esta ocasión leí en su frente ''Sálvame'' con cara de clemencia.
Me encogí de hombros ya que no podía hacer nada salvo disfrutar del espectáculo. En aquel momento daba gracias al cielo de que la personalidad de mi novia y aún más, su comportamiento en público fueran radicalmente opuestos al de la recién llegada.
Tras unos segundos de absoluta desorientación para mi amigo reaccionó levantándose de su asiento para saludar a su novia. Sin embargo cuando se disponía a levantarse, ella lo frenó.
-No te levantes Milton- le dijo agitando a un lado y a otro su dedo confundiéndolo aún más.
-¿Qué pasó?- preguntó el negro fingiendo no saber el porqué de su enojo. 
Mientras tanto seguía mi mediocre pareja de treses boca abajo frente al sitio que ocupaba hacía unos minutos y que si eran destapada perdería mis 180.
-¿Qué que pasó? ¿Viste la hora que es?- preguntó ella descontrolando su tono de voz que a primera instancia parecía razonable. Las mujeres cuando alcanzan ese estado de nirvana de cólera discuten mediante preguntas retóricas, no acusan directamente pero no dan la oportunidad de defenderse-Sí, amor pero no podía dejar la partida de póquer ahora- argumentó Milton mientras miraba su reloj como si no se hubiese fijado que había hacía más de 3 horas había quedado en estar en la puerta de su casa para recogerla.
-Son las 12 de la noche- respondió ella a su pregunta, parecía estar hablando sola y a Milton comenzaban a caerle las gotas de sudor por la frente de los nervios.
-Bueno, pero ¿quieres una cerveza?- insistí para darle un descanso a Milton que necesitaba un gatorade de todo lo que estaba sudando.
Pareció pensárselo dos veces, sin embargo en su mente barajaba las diferentes formas de decirme que me fuera. La primera: la mirada de asco, y tras fracasar acudió a la segunda opción:
-Milton, puedes decírle a tu amiguito que se vaya un segundo- le dijo descubriendo mi punto débil. Al fin y al cabo si mi amigo me lo pedía me iría.
No hizo falta que éste lo dijera, cogí mi lata, me dirigí a la terraza y me uní al resto que permanecía expectante en el cristal.
-Que, ¿echado de tu propia casa no?- dijo Javi a carcajadas sin retirar su vista del cristal.
Desde ahí fueron una larga serie de gestos de dolor en la cara de nuestro colega que de vez en cuando nos miraba de reojo y el caminar de su novia en círculos como en una sala de interrogatorios diciendo cosas tales como: ''ósea que el póquer es más importante para ti que yo'' o ''no me vuelvas a llamar si me vas a dejar tirada'' Dio por terminado su discurso y antes de irse cogió la baraja entera de cartas.
-Apostaste demasiado- dijo mientras daba media vuelta, tiraba la baraja y las cartas se estrellaban en la mesa mezclándose unas con otras y perdiéndose de esta manera mi par de treses.

domingo, 15 de mayo de 2011

Capítulo 4 Apuesta parte 5

Medianoche, sólo Milton y yo como únicos candidatos sentados en la mesa redonda, brazos cruzados apoyados en el paño verde y mirada penetrante en mi receptor. En ese punto tenía un 50 % de posibilidades de quedarme con 180 mil pesos y unas inmensas ganas de ver a mi novia, ya me había excedido en dos horas a la hora fijada para recogerla. Milton también había quedado con la suya a una hora incluso más temprana a la nuestra. Sin embargo yo ya le había dicho a la mía que si las cartas eran generosas conmigo, existía una alta probabilidad de que me retrasara ''algo'' más en pasar con el coche por su casa, pero le recompensaría con algo. Y la del cubano, llevaba esperando hacía ya demasiado tiempo, y su tono clásico del nokia había sonado incontables veces ante un Milton indiferente cuyo rostro de desconsideración se debía únicamente al vicio del póquer, el cual no entiende de amigos, tiempo y mucho menos de novias.
Llegados a ese punto, la lista de reproducción había reempezado suficientes veces como para tirar el Mac por el balcón. No obstante aquella música de Snoop Dogg y compañía me había brindado algo de suerte.
Una vez más dos cartas resbalaron por el paño verde casi hasta mis dedos. 
-Vamos Dios, dame algo de suerte- dije mientras me besaba el hombro como solía hacer antes de destaparlas en cada ocasión.
Dos Jotas, la de diamantes, y de nuevo la de tréboles.
Tras subir las apuestas y mostrarme confiado Milton sacó la última de las cartas al medio, lo cual hacía un total de 5. Aposté más de la mitad de las fichas que poseía en aquel instante. Habían 3 reinas en la mesa. Lo cual convertía mi mano en un Full House (un trio y una pareja) Sólo un inconsciente me igualaría la apuesta y el cubano dio prueba de ello aumentando sospechosamente ésta. Igualé y sólo quedaba descubrir las cartas.
-Enseña- le dije a Milton con el pulso acelerado, temblaba de los nervios que recorrían mi espalda mientras miraba mis dos jotas.
-Enseña tú-respondió con un gesto que revelaba a su vez los nervios con los que lidiaba en aquel instante. 
-No, tu primero- añadí mirando mis par de jotas de reojo, no podían fallarme esta vez.
-Yo no voy a empezar-aclaró Milton moviendo la cabeza de lado a lado. 
Esto más que una partida de póquer parecía un juego de niños. Destapé una de ellas, concretamente la de diamantes. Y parece hacerlo más misterioso, o para él más doloroso, le di suavemente la vuelta a la de tréboles. Me dispuse a recoger mis beneficios con ambas manos gracias a mi Full House.
-Eh ¿Qué haces?- preguntó Milton con una sonrisa malévola en la cara mientras le daba la vuelta tan sólo a una de sus cartas, una reina.
En ese instante dejé lo que estaba haciendo, póquer de reinas era la única mano que podía ganarme, y así había sido.
La diferencia en fichas era ya abrumadora. Un par de rondas más y hasta luego los 180.
Sonó por enésima vez el Nokia de mi rival, creo que Milton no sabía que éste se podía poner en silencio. Pero no era en ningún en caso el momento de enseñarle de esto. Tras repartir las cartas por última vez, no sonó el móvil del cubano sino el teléfono que comunicaba con el portero. Le hice gestos a Montes desde mi sitio para que entrara a contestar mientras el negrito y yo seguíamos jugando.
Me giré y vi la cara de perplejidad en la cara de mi tocayo mientras éste hablaba con el portero.
Vi la hora de nuevo, 00:15, reaccioné:
-All-in, es muy tarde- le dije tratando de convencerlo.
-Hecho- respondió destapando las 5 cinco cartas al medio directamente.
Mientras tanto el portero le explicaba a mi amigo quien era la persona que quería subir.
-Si, de parte de lo novia del joven Wilson- 
-Que suba, que suba- escuché a Montes desde la cocina a la vez que soltaba una carcajada y colgaba el teléfono.
Segundos después pasó por mi lado, se frenó.
-Uh la que se va a liar aquí- me susurró al oído y acto seguido se iba corriendo a la terraza a contárselo al resto.
¿Quién podría ser? Era la pregunta que me hacía mientras veía las cinco cartas descubiertas, yo tenía una funesta pareja de 3.
Milton descubrió sus cartas, trío de cincos. Cuando yo me disponía a hacer lo mismo alguien tocó la puerta. Di un trago más a mi cerveza y dejé mis cartas boca abajo sobre la mesa y me dirigí hasta la puerta.
En ese breve espacio de tiempo de espera, la persona tras la puerta estaba desesperada golpeando la puerta, incrementando la intensidad, aquello parecía la policía que iba a tirar la puerta.
Desgraciadamente no era la policía, era mucho peor. Giré el pomo de la puerta y para mi desconcierto, por no decir espanto, la novia de Milton, que casi seguía tocando la puerta una vez abierta, de la rabia que contenía en aquel instante. Estaba roja de la furia. Daba miedo. Parecía una caricatura que exhalaba humo. Era una chica guapa, mi colega no tenía mal gusto, sin embargo con la vena de la frente apunto de estallar de lo hinchada que estaba perdía muchos puntos. La próxima vez miraría por la mirilla pequeña de la puerta para evitar esta clase de contratiempos, o más que contratiempo aquello prometía ser todo un espectáculo.
Todos sabíamos lo perturbada que estaba la novia del cubano cuando se enfadaba. Y si yo estaba asustado, imagínaros Milton.