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domingo, 15 de mayo de 2011

Capítulo 4 Apuesta parte 5

Medianoche, sólo Milton y yo como únicos candidatos sentados en la mesa redonda, brazos cruzados apoyados en el paño verde y mirada penetrante en mi receptor. En ese punto tenía un 50 % de posibilidades de quedarme con 180 mil pesos y unas inmensas ganas de ver a mi novia, ya me había excedido en dos horas a la hora fijada para recogerla. Milton también había quedado con la suya a una hora incluso más temprana a la nuestra. Sin embargo yo ya le había dicho a la mía que si las cartas eran generosas conmigo, existía una alta probabilidad de que me retrasara ''algo'' más en pasar con el coche por su casa, pero le recompensaría con algo. Y la del cubano, llevaba esperando hacía ya demasiado tiempo, y su tono clásico del nokia había sonado incontables veces ante un Milton indiferente cuyo rostro de desconsideración se debía únicamente al vicio del póquer, el cual no entiende de amigos, tiempo y mucho menos de novias.
Llegados a ese punto, la lista de reproducción había reempezado suficientes veces como para tirar el Mac por el balcón. No obstante aquella música de Snoop Dogg y compañía me había brindado algo de suerte.
Una vez más dos cartas resbalaron por el paño verde casi hasta mis dedos. 
-Vamos Dios, dame algo de suerte- dije mientras me besaba el hombro como solía hacer antes de destaparlas en cada ocasión.
Dos Jotas, la de diamantes, y de nuevo la de tréboles.
Tras subir las apuestas y mostrarme confiado Milton sacó la última de las cartas al medio, lo cual hacía un total de 5. Aposté más de la mitad de las fichas que poseía en aquel instante. Habían 3 reinas en la mesa. Lo cual convertía mi mano en un Full House (un trio y una pareja) Sólo un inconsciente me igualaría la apuesta y el cubano dio prueba de ello aumentando sospechosamente ésta. Igualé y sólo quedaba descubrir las cartas.
-Enseña- le dije a Milton con el pulso acelerado, temblaba de los nervios que recorrían mi espalda mientras miraba mis dos jotas.
-Enseña tú-respondió con un gesto que revelaba a su vez los nervios con los que lidiaba en aquel instante. 
-No, tu primero- añadí mirando mis par de jotas de reojo, no podían fallarme esta vez.
-Yo no voy a empezar-aclaró Milton moviendo la cabeza de lado a lado. 
Esto más que una partida de póquer parecía un juego de niños. Destapé una de ellas, concretamente la de diamantes. Y parece hacerlo más misterioso, o para él más doloroso, le di suavemente la vuelta a la de tréboles. Me dispuse a recoger mis beneficios con ambas manos gracias a mi Full House.
-Eh ¿Qué haces?- preguntó Milton con una sonrisa malévola en la cara mientras le daba la vuelta tan sólo a una de sus cartas, una reina.
En ese instante dejé lo que estaba haciendo, póquer de reinas era la única mano que podía ganarme, y así había sido.
La diferencia en fichas era ya abrumadora. Un par de rondas más y hasta luego los 180.
Sonó por enésima vez el Nokia de mi rival, creo que Milton no sabía que éste se podía poner en silencio. Pero no era en ningún en caso el momento de enseñarle de esto. Tras repartir las cartas por última vez, no sonó el móvil del cubano sino el teléfono que comunicaba con el portero. Le hice gestos a Montes desde mi sitio para que entrara a contestar mientras el negrito y yo seguíamos jugando.
Me giré y vi la cara de perplejidad en la cara de mi tocayo mientras éste hablaba con el portero.
Vi la hora de nuevo, 00:15, reaccioné:
-All-in, es muy tarde- le dije tratando de convencerlo.
-Hecho- respondió destapando las 5 cinco cartas al medio directamente.
Mientras tanto el portero le explicaba a mi amigo quien era la persona que quería subir.
-Si, de parte de lo novia del joven Wilson- 
-Que suba, que suba- escuché a Montes desde la cocina a la vez que soltaba una carcajada y colgaba el teléfono.
Segundos después pasó por mi lado, se frenó.
-Uh la que se va a liar aquí- me susurró al oído y acto seguido se iba corriendo a la terraza a contárselo al resto.
¿Quién podría ser? Era la pregunta que me hacía mientras veía las cinco cartas descubiertas, yo tenía una funesta pareja de 3.
Milton descubrió sus cartas, trío de cincos. Cuando yo me disponía a hacer lo mismo alguien tocó la puerta. Di un trago más a mi cerveza y dejé mis cartas boca abajo sobre la mesa y me dirigí hasta la puerta.
En ese breve espacio de tiempo de espera, la persona tras la puerta estaba desesperada golpeando la puerta, incrementando la intensidad, aquello parecía la policía que iba a tirar la puerta.
Desgraciadamente no era la policía, era mucho peor. Giré el pomo de la puerta y para mi desconcierto, por no decir espanto, la novia de Milton, que casi seguía tocando la puerta una vez abierta, de la rabia que contenía en aquel instante. Estaba roja de la furia. Daba miedo. Parecía una caricatura que exhalaba humo. Era una chica guapa, mi colega no tenía mal gusto, sin embargo con la vena de la frente apunto de estallar de lo hinchada que estaba perdía muchos puntos. La próxima vez miraría por la mirilla pequeña de la puerta para evitar esta clase de contratiempos, o más que contratiempo aquello prometía ser todo un espectáculo.
Todos sabíamos lo perturbada que estaba la novia del cubano cuando se enfadaba. Y si yo estaba asustado, imagínaros Milton.

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