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martes, 17 de mayo de 2011

Capítulo 4 Apuesta parte 6

Aquello había pasado de viernes de póquer a película de terror desde que había abierto la puerta. Clavó sus ojos oscuros en los míos desafiándome a aguantarle la mirada, evidentemente se la quité porque tenía escrito en la frente en mayúsculas: ''Novia celosa y controladora dispuesta a joder al que se ponga delante''
-¿Está Milton ahí verdad?- me preguntó con el ceño fruncido señalando con el índice el interior de mi apartamento cortando el silencio en dos. 
Ni un mísero ''hola'' por su parte, no era una buena señal. Asentí con los ojos entrecerrados tras cavilar unos segundos mi respuesta. No valía la pena mentir a aquella psicópata sabía perfectamente que estaba ahí y sólo quería confirmarlo.  
De repente se apagó la luz del pasillo del ascensor como solía pasar tras unos segundos sin detectar movimiento dejándonos a oscuras. El momento perfecto para cerrarle la puerta, seguir mi partida de póquer y decirle a Milton que se habían equivocado.
-¿Quieres una cerveza o algo?- le pregunté educadamente intentando reducir el nivel de tensión en el ambiente.
-¿Hay viejas aquí con ustedes verdad?- respondió con otra pregunta. Mal rollo* me dije. Esta vez al levantar el brazo para señalar de nuevo adentro se encendió nuevamente la luz del pasillo.
Pensé de nuevo la respuesta que le diría, iba a decir que de mujeres sólo estaba Montes lo cual sería un chiste fácil y no era el momento para bromas. Opté por negar con la cabeza. No pareció conformarle mi respuesta a sus descontrolados celos en aumento.
Pasó de largo apartándome del camino, parecía tener las palabras contadas para el sermón que le echaría al negro. 
Iba directa hacia su objetivo que permanecía en su sitio tranquilo, todavía no sabía quien había llegado, de haberlo sabido de antemano se hubiera tirado por la terraza sin pensarlo. Iba decidida sin saber siquiera donde se encontraba el salón y subió las escaleras al segundo piso.
-¡Eh!-le grité para que diese media vuelta, en cuanto lo hizo le señalé el salón con el pulgar. Pensándolo bien la gente pagaría por ver la cara que pondría Milton cuando viese quien se había pasado a saludar. Y yo iba a estar en primera fila para verlo, y el resto lo contemplarían desde el cristal de la terraza ya que Montes había corrido a contarles lo que se venía.
Un ''gracias'' por su parte hubiera sido lo mínimo pero sino había saludado siquiera, era aún más improbable un agradecimiento.
Me adelanté hacia el salón mientras ella bajaba las escaleras a toda prisa. 
Milton se asomó y al verme venir me preguntó:
-¿Quien era?- con aquel acento tan característico y despreocupado.
Una vez más pensé mi respuesta y por tercera vez consecutiva opté por permanecer callado ya que instantes después lo descubriría él solo.
El sonido de los tacones cada vez más cercanos le dio una pista al cubano. Cuando su novia puso un pie en el salón el rostro de Milton cambió de negro a blanco en un segundo, pálido y con la boca abierta por la conmoción. Acto seguido me miró y en esta ocasión leí en su frente ''Sálvame'' con cara de clemencia.
Me encogí de hombros ya que no podía hacer nada salvo disfrutar del espectáculo. En aquel momento daba gracias al cielo de que la personalidad de mi novia y aún más, su comportamiento en público fueran radicalmente opuestos al de la recién llegada.
Tras unos segundos de absoluta desorientación para mi amigo reaccionó levantándose de su asiento para saludar a su novia. Sin embargo cuando se disponía a levantarse, ella lo frenó.
-No te levantes Milton- le dijo agitando a un lado y a otro su dedo confundiéndolo aún más.
-¿Qué pasó?- preguntó el negro fingiendo no saber el porqué de su enojo. 
Mientras tanto seguía mi mediocre pareja de treses boca abajo frente al sitio que ocupaba hacía unos minutos y que si eran destapada perdería mis 180.
-¿Qué que pasó? ¿Viste la hora que es?- preguntó ella descontrolando su tono de voz que a primera instancia parecía razonable. Las mujeres cuando alcanzan ese estado de nirvana de cólera discuten mediante preguntas retóricas, no acusan directamente pero no dan la oportunidad de defenderse-Sí, amor pero no podía dejar la partida de póquer ahora- argumentó Milton mientras miraba su reloj como si no se hubiese fijado que había hacía más de 3 horas había quedado en estar en la puerta de su casa para recogerla.
-Son las 12 de la noche- respondió ella a su pregunta, parecía estar hablando sola y a Milton comenzaban a caerle las gotas de sudor por la frente de los nervios.
-Bueno, pero ¿quieres una cerveza?- insistí para darle un descanso a Milton que necesitaba un gatorade de todo lo que estaba sudando.
Pareció pensárselo dos veces, sin embargo en su mente barajaba las diferentes formas de decirme que me fuera. La primera: la mirada de asco, y tras fracasar acudió a la segunda opción:
-Milton, puedes decírle a tu amiguito que se vaya un segundo- le dijo descubriendo mi punto débil. Al fin y al cabo si mi amigo me lo pedía me iría.
No hizo falta que éste lo dijera, cogí mi lata, me dirigí a la terraza y me uní al resto que permanecía expectante en el cristal.
-Que, ¿echado de tu propia casa no?- dijo Javi a carcajadas sin retirar su vista del cristal.
Desde ahí fueron una larga serie de gestos de dolor en la cara de nuestro colega que de vez en cuando nos miraba de reojo y el caminar de su novia en círculos como en una sala de interrogatorios diciendo cosas tales como: ''ósea que el póquer es más importante para ti que yo'' o ''no me vuelvas a llamar si me vas a dejar tirada'' Dio por terminado su discurso y antes de irse cogió la baraja entera de cartas.
-Apostaste demasiado- dijo mientras daba media vuelta, tiraba la baraja y las cartas se estrellaban en la mesa mezclándose unas con otras y perdiéndose de esta manera mi par de treses.

4 comentarios:

  1. Me gusta como escribes. Y lo de Gorillaz si, si lo sabia, mi ex esta obsesionada con Noodles ¡Sigue escribiendo hombre!

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  2. Osea que escuchas buena musica :)
    seguire escribiendo si os gusta

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  3. Espero que si para que no le pase nada a Milton jajaja

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