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sábado, 14 de mayo de 2011

Capítulo 4 Apuesta parte 4

Dos cartas de color rojo intenso cubiertas con la insignia de la famosa marca de cartas ''Bicycle'', se deslizaron por la mesa hacia cada jugador. La primera mano, siempre tensa pero sin duda a la que te gustaría retroceder en el tiempo cuando has perdido una considerable suma de fichas. Y lo que en un principio pueden ser torres pueden derrumbarse con tan sólo un gesto que delate tu farol o un movimiento en falso. El póquer a mi juicio, más que un juego de cartas es arte dramático mezclado con un toque de suerte que suele desembocar en vicio. Pusimos la ciega (para el que desconozca las reglas del póquer o Texas Hold'em, es la apuesta obligatoria que se realiza antes incluso de ver tus cartas) No éramos expertos, pero fingíamos serlo, nos tomábamos con mucha seriedad aquellas partidas y más aún con la música gángster en mi portátil. Nos lo pasábamos muy bien ''los hooligans'' como solíamos llamarnos como grupo.
Sin embargo en la mesa no hay amigos y comenzaban las miradas de asco o los intentos en vano de mirarnos las cartas. Yo ya había entrado en un estado de trance que combinaba el pedirle a Dios que me tocara la carta que necesitaba y concentración para intentar adivinar el siguiente paso de mis oponentes. Todo aquello con una cara lo más inexpresiva posible.
Me tocó un 5 y un 3, un par de cartas con las que no ganas ni en el club de jubilados. El siguiente paso en Texas Hold'em es ''quemar'' una carta y acto seguido destapar 3 en el centro de la mesa. Y así fue, y tal como había vaticinado no servían de nada mis cartas. Y me vi forzado a tirarlas tras la primera apuesta. Milton solía empezar fuerte y así fue como le quitó casi todo a los que le igualaron.
Para entonces, ya sabía quien sería mi mayor obstáculo entre mis 180 y yo, el negro.
¿Quién no ha tenido un amigo al que lo llamen ''negro''? Seguro que sí, pero seguro que vuestro amigo no os pelaba todos los viernes al poker. 
Un par de manos desastrosas me hicieron perder varias fichas. Necesitaba ese dinero más que nadie, un gran deuda con alguien. Además jugaba de local.
Pasaron unas cuantas rondas más, incrementando las diferencias en cantidad respecto a los jugadores. El poderío evidente del cubano frente a una debilidad considerable por parte del resto.
Sin embargo el póquer como solía decir mi padre. ''No es como empieza, sino como se acaba'' Una frase que no le hizo mucha gracia oír a Julián tras perder hasta la última de sus fichas ante un imparable Milton que sacó una escalera real frente a un trío de jotas que descubrió Julián. Fuera de la mesa sin llevar media hora sentado siquiera.
-Uno menos- dijo Edgar tomando de nuevo su cerveza y mirando cuidadosamente sus cartas levantando tan sólo la punta de ellas en el mantel verde.
Parecía que el próximo sería yo o Montes. De repente en una de esas rondas levanté mis dos cartas esperando unas que fuesen capaces de sacarme de mi situación de escasez cada vez más preocupante y me hiciesen ganar mi primera mano. Dos ases negros, el de tréboles y el de picas. Subí la apuesta sin pensarlo dos veces al ver que salía el de diamantes en las tres descubiertas en el medio. Javier igualó la apuesta. La siguiente carta, un cinco, no me era útil. A pesar de ello doblé la apuesta, siempre fingiendo inseguridad para evitar que los oponentes se retiraran ante una apuesta muy alta. Sin embargo Javi no sólo la igualó sino que la aumentó al punto de hacerme dudar. Igualé y sacaron la última carta al medio, le dieron la vuelta y casi me da un infarto. Demasiado bueno para ser cierto, el único as restante que permanecía escondido en aquel montón de cartas se había unido a la reunión de ases destapados de la mesa.
-All in- dije empujando hasta la última de mis fichas al centro de la mesa con el dolor de mi alma. Era improbable pero quizás Javi tuviera una mano mejor que un póquer de ases y mis intentos de ganar los 180 serían humo desvaneciéndose.
-Es un farol- dijo Javi confiado, mientras igualaba mi apuesta y se quedaba con unas pocas frente a él.
-Así me gusta- le dije eufórico mientras le daba la vuelta a una de mis cartas destapando un as.
A Javier no pareció asustarse, al parecer su mano era mayor a un trio de ases. Sin embargo cuando estaba por descubrir sus cartas con una sonrisa en la cara, destapé mi as bajo la manga, el as de tréboles.
No hacía falta preguntarle que cartas tenía, ya que sólo un milagro le haría superar a un póquer de ases. Empujé el montón hacia mí dejando la inexpresividad a un lado durante unos instantes.
Una ronda más tarde Montes había echado a Javi de la mesa, para enfado suyo. Con una cara de pocos amigos se levantó de la mesa y sin decir una palabra y empujando la silla se marchó a la terraza a fumarse un Marlboro.
-Dos menos- repitió Edgar guiñándonos el ojo a los jugadores restantes. Quédabamos cuatro.
-Subamos la ciega si queremos que esto se acabe pronto- dijo Montes duplicando el número de fichas mínimas. A pesar de no tener muchas él siempre jugaba al póquer con dos dedos de frente.
-Eso está hecho-respondí confiado ya que el dominio estaba repartido equitativamente entre Milton y yo, y Edgar y Montes sólo era cuestión de tiempo que hicieran compañía en la terraza a los otros 2.
Milton me miró a los ojos y después de reojo a Montes, sugiriéndome delicadamente que lo echásemos de la mesa. Lo cual significaba incrementar las apuestas cuando el participaba. Era un riesgo cuya ventaja sería reducir el número de jugadores y por el contrario que el jugador que quiere ser eliminado tome control de la mesa.
Sin embargo aquella ocasión no sería una excepción y Montes veinte minutos después estaba en la terraza tomándose una cerveza.
-Tres menos- dijo Edgar pausadamente para hacer el ambiente algo más tenso dejando en el aire la incógnita de quien sería el siguiente. Por fortuna no hacía falta hacer gestos con Milton para saber que nuestro nuevo objetivo era Edgar que estaba pidiendo a gritos un cigarrillo.
Miré el reloj, las 11 y media, llevábamos 3 horas sin levantarnos. Sentí un escalofrío en la espalda, era lo más lejos que solía llegar en una partida, quedarme entre los 3 mejores. No obstante tenía una corazonada, esa, que sabes que vas a tener la oportunidad de ganar. Y así fue, pero no fui yo quien eliminó a Edgar sino la fiera. La fiesta había pasado a la terraza.
-Cuatro menos- dijo Milton con la única intención de burlarse de Edgar mientras habría la puerta de la terraza y se unía al club.
Sólo quedábamos Milton, yo y el sobre con los 180.

3 comentarios:

  1. ¿Quien no tiene un ''negro''? jajajajajaja

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  2. Me gusta este libro porque refleja la vida cootidiana de los jovenes, espero que escribas mucho mas!!!

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  3. Me decepcionasteee! Quiero el protagonico jajaja

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