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martes, 10 de mayo de 2011

Capítulo 4 Apuesta parte 2

Era una partida seria, y más aún cuando descargué una música gángster de fondo para simular una partida clandestina. Estaba todo listo hasta que llegué a la nevera, la abrí. ¿Qué me encontré?
Una triste lechuga en un estante, un par de cajas de leche descremada y unas salsas para sandwich que si mal no recuerdo estaban en aquella nevera desde que cogimos aquel apartamento.
-¡Joder! ¿No han hecho la compra en un año o que?- dije mientras soplaba intentando expulsar por la boca la pereza que me suscitaba el hecho de caminar hasta el Carulla para comprar un par de 6 packs de cerveza y algo de comer, que alimentar a Milton y a los otros 3 no era cosa fácil.
Cogí un billete de 20 mil pesos, me puse un jersey hasta que miré por la ventana, lo cambié por sudadera gris para la lluvia  y…
-¡Joder no tengo llaves!- me quejé de nuevo mientras entrecerraba la puerta y pedía el ascensor.
Me despedí del portero rápidamente antes de darle una oportunidad de entablar una charla social, no tenía mucho tiempo hasta que llegaran y  Ríos (el portero de siempre que vendía películas falsas) estaba ansioso por contarme sus penas.
Caminé por las calles acompañado por los arroyos formados por la incesante lluvia y finalmente llegué al Carulla. Cogí el pack más barato, al fin y al cabo no iba a comprar buena cerveza para mis rivales. Sin embargo lo barato no tiene porque ser malo y ése es el caso de la cerveza Poker. Lo cuál era una ironía ya que aquella noche jugaríamos a eso.
Llegué a la fila de la caja y de repente vibró de nuevo el móvil en mi bolsillo, no hacía falta mirarlo para saber que era Julián. Sin embargo al darle la vuelta vi: ''Llamada Montes''
-¿Qué tal tio? Oye ¿cómo es tu dirección? Es que siempre se me olvida- me preguntó mientras se subía en un taxi.
-Tío, ¿cuántas veces has venido? Y siempre la misma pregunta- le respondí con el móvil en el hombro mientras ponía las cervezas encima para que me las cobraran.
-Ya tio, pero bueno dímela-insistió perdiendo la paciencia ya que su taxi no había arrancado ya que éste no le había aclarado su destino.
En ese mismo instante la cajera me cobró la caja de latas.
-8.800 pesos por favor, ¿tarjeta Carulla?- me preguntó mientras su compañero metía mis bebidas en una bolsa.
Moví la cabeza hacia ambos lados sujetando siempre mi móvil con el hombro y buscando entre mis bolsillos aquel billete para pagar. Sin embargo estaban vacíos. Me apresuré a revisar el de la sudadera y estaba más vacío todavía.
-¡Gon! Tío tu dirección- reiteró Montes desesperándose y al mismo tiempo desesperándome a mí ya que suficiente tenía con no tener un duro para pagar aquellas cervezas y tenía un fila detrás mío impaciente por efectuar su compra.
-¿Cúanto era?- le pregunté ruborizado a la cajera ya que esa pregunta era inútil a no ser que aquel día las regalasen o me las robara. No tenía ni una triste moneda de 50 pesos.
-8.800 señor-repitió la cajera que ya se anticipaba por la expresión en su gesto que yo no tenía con que pagar.
-¡Coño! ¡¿Me quieres decir tu dirección?!-gritó Montes de nuevo por el teléfono. Aquello parecía una conversación de tres, con los gritos que pegaba podía hablar incluso con la cajera.
-Deme un segundo- le dije a la cajera señalando al mismo tiempo el móvil.
-¿Qué coño quieres? Estoy comprando unas cervezas y no tengo un duro para pagarlas, imagínate el panorama- le susurré a Montes para que sintiera un mínimo de compasión y me dejase solucionar la situación incómoda que se acababa de dar.
-Oiga ¿las va a comprar o no?- preguntó un señor mayor que se encontraba en la fila.
Al parecer ya toda la fila sabía que no tenía dinero por mi forma de actuar y además de ellos sólo incrementaban mis nervios. Lo ignoré y respondió Montes:
-¿Qué dices? Habla más alto-
Terminé por desesperarme y subí el tono
-Que me he dejado el dinero en casa- respondí a la vez que colgaba el teléfono. Di media vuelta y le dije al sujeto que hacía escasos segundos se había dirigido a mí.
-Pues ¿sabes que? Que no las voy a comprar- me giré de nuevo, dejé las cervezas ahí mismo con el dolor de mi alma y me fui mientras escuchaba de fondo los clásicos reproches de los adultos sobre los jóvenes de hoy en día.
Llamé a Milton y le dije que trajese unas cervezas sin embargo éste me dijo que estaba a punto de llegar ya a mi casa. Edgar seguro que las traería me dije a mi mismo, era un tío generoso. No obstante opté por pasarme por la casa de Julián y cogerlas directamente de su nevera.
Tras diez minutos de intensa lluvia estábamos los dos cuesta arriba en camino a mi casa con un pack de águilas. Llegamos a la portería y de nuevo evité una charla con Ríos sacando una cerveza  y poniéndola en su mesa antes de que abriese la boca.
-Gracias hermano- dijo ya que era incapaz de que permaneciese callado.
Levanté el pulgar sin darme la vuelta y volvió a hablar, incapaz de contenerse.
-Ya llegaron un par de amigos suyos y los dejé pasar- añadió mientras abría la cerveza.
-¿Quiénes?-pregunté extrañado ya que no tenía llamadas perdidas.
-Un negrito y otro blanquito, así bien pálido- respondió y comenzó a beberse de la lata.
-Milton y Montes- dijo Julián mientras nos subíamos al ascensor y comenzábamos a reírnos.
De repente en mitad del trayecto se paró el ascensor en el piso 8, sólo significaba dos cosas la buena se iba a subir mi vecina, la mala, sus guardaespaldas.

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