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jueves, 21 de abril de 2011

Capítulo 3 Viernes parte 5

Eran más pero no más grandes, aunque espero esto no suene a excusa barata.
-¿Qué pasa aquí?- preguntó Julián levantando la barbilla. 
Se dirigía al muchacho robusto más cercano a nosotros. Éste se tomó su tiempo para girarse y mirar por encima del hombro a mi colega.
-¡Eh! Que te estoy hablando- repitió mi amigo mientras le cogía la camisa en el pecho y lo traía hacia sí.
Error sin duda, el sujeto perdió la paciencia y empujó a Julián con tal fuerza que si no hubiera estado la discoteca con tal cantidad de gente, éste hubiera caído de espaldas al suelo. Afortunadamente ahí estábamos Montes y yo, que tras sujetarlo reaccionamos y yo me dirigí a empujar al que acababa de lanzar por los aires a Julián, Montes a por otro de ellos. 
Javier salió como pudo también entre puños al aire  con el labio roto y con la cara enrojecida de la furia. 
Había cogido carrerilla de modo que fue suficiente para derribarlo y caer sobre él. Sin embargo fue escaso el tiempo que mantuve la ventaja del peso de mis rodillas sobre su pecho ya que dos amigos suyos me tomaron de los brazos cuando estaba con el derecho cargado para asestarle un puñetazo en su cara descubierta.
Gritaban cosas como: ''Quiubo güevón'' o ''Malparido'' y otras cosas más desagradables. Sin embargo creo que en el arte del insulto y la injuria los españoles tienen un dominio claro.
Me levantaron y vi a uno de ellos con la nariz rota y bañada en sangre y a Montes riéndose en el suelo al lado suyo inmovilizado por otro par. Al menos ellos también había recibido. 
En aquel momento llegaron los porteros y la logística del lugar que habían tenido serios problemas para cruzar aquella marea de gente.
Mierda, aquella noche como muchas otras había un camión de policía en la zona.
-Tío hay que largarse- me dijo Julián mientras forcejeaba con uno de ellos.
Las cosa podrían tornar de aquel gris que había tomado la noche, a un negro oscuro como nos cogiesen.
Aproveché la confusión para intentar liberar mis brazos y tras un intento espontáneo mientras todos centraban su atención en los señores de uniforme que venían tras nosotros, conseguí soltarme y darle un codazo sin apenas mirar a uno de ellos.
Julián hizo otro tanto y empujó a uno de los que sujetaban de rodillas a    
Montes, éste se levantó de un salto, tomó de un brazo a Javier y nos mezclamos entre el gentío en direcciones diferentes.
Nuestros rivales hacia escasos segundo corrieron al igual que nosotros, no en nuestra búsqueda sino con nuestro mismo propósito.
Al fin llegué a la planta baja y en la puerta del local estaban apostados numerosos guardias.
Saqué mi DNI, y con la mayor naturalidad del mundo de mi cartera, les aclaré mi participación en la embajada española en Colombia, mientras miraba a los ojos al que lo examinaba. Valió para salir ileso de aquel asunto. Sin embargo tarde o temprano llegaría la policía a la salida pero ya sería demasiado tarde y yo ya habría corrido unas cuadras.
-¿Habrán salido mis amigos de allí?-aquella pregunta me invadía la cabeza mientras proseguía mi ya inútil carrera por desaparecer.
No me había fijado que mis piernas seguían trotando una vez innecesario, de modo que me paré para pensar. Saqué mi móvil para llamar alguno de ellos, quizás habían tomado el mismo rumbo.
En el instante que presioné el botón verde y puse el móvil junto a mi oreja escuché unos pasos tras de mí y unas voces risueñas. Giré la cabeza y vi a un par de sujetos vestidos con arapos erosionados ya por el clima y el paso del tiempo, el más joven llevaba en sus pies unas botas desgastadas de caucho oscuro y el otro unas reebok que en un tiempo pasado fueron blancas.


Uno de ellos portaba una herramienta análoga a un parabrisas, con la que se ganaba lo justo para subsistir en los semáforos. Un poste con un interruptor de tres luces con temporizador capaz de generar millones de empleos. El otro posiblemente no sabía que existían las cuchillas para afeitarse dado el hecho de que de su barba podrían hacerse varias pelucas. Que podría incluso usarla para sí, ya que su cabeza era una pulida bola de billar.
Las caras cubiertas a manchas por suciedad que ya difícilmente saldría sin una manguera a presión.

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