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lunes, 2 de mayo de 2011

Capítulo 3 Viernes parte 8

Pasaron un par de coches por mi lado, pero ni siquiera hicieron amago pararse para ver que ocurría con el chaval tirado a un costado de la calle. Incluso me pitaron con la bocina y me miraron de reojo.
De repente vibró mi mano, aún sostenía firmemente mi móvil en ella. Era Julián llamando, me apresuré a contestar mientras intentaba levantarme de nuevo.
-Gon acabo de ver a un chaval a ti tirado en mitad de la calle y por poco paro haber si eras tú, era clavado a ti- me dijo despreocupado creyendo que me haría gracia.
Suponía que el sujeto tirado en la calle tratando de levantarse tenía un parecido a mí, era bastante improbable toparse con un amigo acostado en mitad de una calle oscura mientras conduces.
-Soy yo tío ayúdame, te lo prometo- le dije mientras colgaba y me levantaba de nuevo. 
Sin embargo ya había perdido bastante tiempo y mi perseguidor, aún en pie, estaba a tan sólo unos pasos. Se abalanzó sobre mí cuando me levanté haciéndome estrellar de nuevo mi mejilla y manos contra el cemento empapado.
Intentó sentarse encima mío una vez en el suelo pero lanzé un codazo hacia atrás que afortunadamente le golpeó en la cara echándolo hacia atrás permitiéndome retomar mi carrera, pero cuando comencé de nuevo a correr estiró su pierna tirando de la mía de apoyo devolviéndome a mi posición inicial.
Se abalanzó una vez más sobre mí sin darme tiempo a meter el móvil en mi bolsillo, de modo que al placarme de mi mano se escapó y voló unos metros hacia atrás.
Inmediatamente me soltó y su atención se centró exclusivamente  en mi móvil a escasos palmos de nuestra posición en mitad de la carretera. Se quitó de encima mío pisándome el pecho antes de levantarse, se acercó hacia el móvil y le agarré con ambos brazos la pierna derecha, comenzó a tirar de ella con fuerza intentando zafarse.
Tras un par de intentos fallidos de liberar su pierna tiró con tanta fuerza que me quedé con su bota de lluvia en la mano, y del impulso movió su pie descalzo hacia adelante pateando el móvil por la empapada vía. 
Corrió semidescalzo hacia él, se agachó apresuradamente para finalmente conseguir su ansiado premio por aquel atraco al que yo había puesto algunas trabas.
En ese mismo instante un Ford Escape de color gris atropelló en reversa al sujeto, impulsándolo varios metros.
Un grito ahogado fue lo único que escuché como consecuencia de que yo seguía tumbado en la lluvia asumiendo que había perdido mi blackberry y que mi padre iba a colgarme.
Me di media vuelta y vi a Julián salir del coche:
-Mierda he manchado el cristal de atrás- fue lo que dijo mientras se tapaba la cara con la mano izquierda, a él también lo iban a matar.
-¡Juli! Gracias tío- le dije mientras trataba de levantarme de nuevo.
-No es nada, me dijiste que te ayudara y eso hice, rápido vámonos de aquí- me dijo mientras me estiraba una mano y me levantaba.
El hombre de larga barba aún se retorcía en el suelo pero el golpe no lo mataría.
Nos subimos al coche y Julián aceleró inmediatamente cuando de repente me dijo:
-¡Espero que la próxima contestes a tiempo!- me dijo con mucha razón ya que había sido cuestión de suerte.
-Necesito que des reversa otra vez- respondí sabiendo que se enfadaría.
-Dime que no te dejaste el móvil- dijo de nuevo poniéndose la mano en la cara.
Una cara de perdón que lo dijo todo y de nuevo reversa hasta que le grité:
-¡Frena!-
Menos mal el sujeto, que aún permanecía acostado, nos vio venir y fue capaz de salirse de la calle.
Me bajé y ahí estaba, mojado pero intacto, y sin haber sido tocado por el maleante que permanecía sobándose la cadera que podría estar incluso rota.
En un abrir y cerrar de ojos ya estábamos de nuevo en camino con móvil en mano. Todo había salido bien.
Todo excepto que había perdido, quizás para siempre, mis llaves de Llanes. Las echaría de menos y no estarían allí para protegerme una vez más.
-No estarán mis llaves pero estará Julius para rescatarme- le dije entre risas a mi amigo que iba conduciendo.
-Sí me parece muy bien pero me ayudas a limpiar el cristal- respondió también a carcajadas.
Nos reímos el resto del trayecto y me dejó en la puerta de casa. Llegué al ascensor y exclamé:
-¡Joder!-
Llamé a mi padre que estaba en su estado entre dormir y el coma como Julián. Al abrirme inmediatamente hizo la pregunta directa a la yugular:
-¿Y tus llaves?-

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